Maigret y el mayorista de vinos

Un industrial de vinos es tiroteado y muerto a la salida de una casa de citas en París. Es un hombre poderoso y Maigret descubre que en ese nivel social el adulterio se considera un pecado venial ante el que todos -incluso los perjudicados- hacen la vista gorda. Pero al mayorista de vinos además le gusta humillar a las personas y hay alguien que no está dispuesto a aceptar tan facilmente la humillación, sino que va a vengarla con un arma en la mano.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
1986 Orbis
114

En la colección de Grandes Maestros del crimen y misterio. Georges Simenon, XXV.

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A veces me he preguntado cuál es el atractivo de las novelas del comisario Maigret. Supongo que resulta equivalente a preguntarse por qué nos atraen los personajes del Padre Brown en Chesterton o el de Sherlock Holmes en Conan Doyle. La respuesta está en que los autores, sin que apenas se dé cuenta el lector, le proporcionan los suficientes datos humanos sobre los personajes para permitirle visualizarlos, sentirlos como reales. El primer hecho que puede observarse en las novelas de Maigret es que el autor, periódicamente y en ocasiones en la apertura de la novela, proporciona una especie de parte meteorológico: Hace frío en París, las ventanas están empañadas y la estufa en el despacho del comisario está casi incandescente, o, por el contrario, la primavera penetra por las ventanas abiertas. Si hace frío Simenón no dejará de informarnos si el comisario se acatarra. Si hace calor sabremos cuando Maigret se pasa el pañuelo por la frente para secarse el sudor. Conoceremos cuál es su bar habitual, que se encuentra junto a la Prefectura; su bebida preferida la cerveza, sin despreciar a las demás, y compartiremos los platos que su esposa o la cervecería Dauphine le preparan. El contrapunto humano del comisario es la señora Maigret. No han tenido hijos y toda su preocupación se centra en cuidar a su esposo, tejerle bufandas de lana para que no se acatarre y prepararle sus platos favoritos. La señora Maigret es dulce y se da cuenta cuando su marido no puede apartar un caso de su cabeza. El autor no se detiene en analizar las figuras de los inspectores de la división: Lucas, Janvier, Torrence o Lapointe, aunque a veces nos dé algún dato sobre ellos; sólo hay un protagonista que es Maigret, pero los relatos están más desnudos cuando aquellos no aparecen. Su presencia junto al comisario (igual que la del doctor Watson junto a Sherlock Holmes) integra un grupo íntimo en el que nos sentimos admitidos. Por último Simenón sabe describir psicológicamente a los personajes que intervienen en una investigación: Jueces, abogados, periodistas, criminales y testigos. Si menciona a un periodista por ejemplo, nos facilita unas palabras sobre su carácter, lo cual le hace más cercano y creíble. Estas reflexiones sirven para todas las novelas del comisario, aunque algunas de ellas pueden ser menos humanas y más crudas. Como ejemplo de las primeras he utilizado "Maigret y el mayorista de vinos", fechada en 1969. Para las segundas citaría "El ahorcado de Saint-Pholien", de 1962.