Obras escogidas

Selección de Obras de Kipling realizada por Aguilar para su Biblioteca de los Premios Nobel. Contiene dos relatos largos: Kim y En tinieblas, así como tres recopilaciones de relatos cortos: La litera fantástica y otros cuentos, Muchas Fantasías y Acciones y Reacciones. Abre el volumen un breve estudio sobre el autor y su obra. Igualmente se acompaña de una bibliografía completa de las ediciones en lengua inglesa y de las traducciones al castellano elaborada en 1956. Esta bibliografía hoy sería infinitamente más larga.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
1956 Aguilar
1273

Biblioteca Premios Nobel de Aguilar

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La vastedad de la obra de Kipling hace que llegue a nosotros por medio de antologías, muchas de las cuales repiten ciertas obras, mientras que otras son difíciles de conseguir o nunca se han traducido al castellano. La última y mejor edición en lengua inglesa de las obras completas de Kipling en prosa y en verso, la llamada Edición Sussex publicada entre 1937 y 1939, comprende 35 volúmenes. Existe una edición en tres volúmenes solamente de sus Poesías. Se han realizado esfuerzos meritorios, siempre dentro de la lengua inglesa, por agrupar temáticamente sus relatos; así existe un "Stalky and Co al completo", editado en 1929; "Todas las historias de Mowgli", de 1933; "Todas las historias de Puck", de 1935, y unas "Historias de perros agrupadas", de 1934, que debe ser fantástica.

El núcleo de la obra de Kipling está en la India y sobre todo se refiere al ejército inglés de la India. El lector se siente seguro mientras recorre los regimientos en compañía de los soldados. El problema reside en que Kipling editaba sus colecciones de relatos cuando tenía material suficiente para ello, y en el mismo libro incluía sus últimos cuentos fuese cual fuese su temática. El lector sufre un sobresalto al pasar de un relato de la India a uno ambientado en Antioquía, en el siglo I, cuando San Pedro tenía allí su residencia. Por el contrario el lector disfruta con el volumen "Stalky and Co." –había de él una traducción española de Brugera- porque todas sus historias forman una unidad.

El autor del Prólogo afirma que Kipling es un estilista, y cita para probarlo una frase del autor según la cual "no hay una sola línea en mis versos y en mi prosa que yo no haya masticado hasta hacerla completamente homogénea". Seguimos leyendo en el Prólogo que "la caracterización de sus personajes es siempre de una bella claridad". Yo diría que sus personajes están vivos, se salen del relato y del libro; ello es lo que nos hace en ocasiones renuentes a calificar sus obras como novelas y no como relatos; la novela supone una cierta dosis de imaginación y los relatos de Kipling nos parece imposible que no ocurrieran precisamente tal como el autor los narró. Hay que hacer una matización y es que lo que acabamos de decir se refiere a los personajes masculinos, Kipling no se siente implicado en las emociones femeninas y no tiene ningún inconveniente en dejar los personajes femeninos en sombra o simplemente apuntados.

Igualmente es cierto que sus relatos conllevan acción, aventura, y que no hay en ellos nada psicológico que valga la pena averiguar. En este sentido, En tinieblas es una novela estimable que abandona este criterio; su protagonista ha quedado ciego y en su mundo se introducen dos mujeres que, sin embargo, no permanecerán.

Leemos en el Prólogo que el autor resalta las emociones más primarias del ser humano. Ciertamente el inglés no se distingue por su sofisticación y dentro del género la especie militar es simple por definición. Gran Bretaña había construido un Imperio, y jóvenes militares de veinticinco años, con un puñado de soldados muchas veces indígenas mantenían el orden en territorios más grandes que las islas de las que procedían. Kipling los conocía, habían sido sus compañeros en las aulas, se reunía con ellos cada vez que volvían a casa y sentía el orgullo de la cultura militar británica, aunque no siempre de la civil.

Cuando el hijo mayor de Kipling murió en Loos, durante la Primera Guerra Mundial, es fácil que el autor se diera cuenta de que no era igual la mística de las guerras coloniales que el barro de las trincheras de Flandes. El Imperio había de durar todavía hasta después de la Segunda Guerra Mundial, pero ya todo había cambiado.