«Nací cuando mis padres ya no se querían», recuerda Adriana, mucho después de que todo haya sucedido. Por ello, la niña se crea un paraíso propio, poblado por amigos imaginarios y una familia de su elección.Esta felicidad a medida se ve perturbada cuando Adriana debe iniciar el periplo escolar y entrar definitiv amente en el mundo de los adultos, un entorno que le resulta ajeno cuando no hostil. Sin embargo, siempre queda un refugio bajo las relucientes estrellas escondidas en los cristales de la lámpara del salón.Auténtica obra maestra en la aplaudida trayectoria de Ana María Matute, Paraíso inhabitado recrea un universo infantil delicado y maravilloso, que hipnotiza al lector desde la primera página.
Comentarios
Esta novela es una muestra más, no sé si la mejor, de la maestría que Ana María Matute tiene al escribir. La historia está muy bien pergeñada en torno a una niña en una edad muy difícil de definir, Adri, que vive en una soledad muy bien descrita. Poco a poco va surgiendo la figura de su vecino ruso, de edad parecida. Pienso que es una niña que está a punto de llegar a la adolescencia, por algunos datos que se dan, y sin embargo tiene una mente marcadamente infantil. Quizá el abandono casi total de sus padres la sume en esa situación irreal, de un mundo aparte, idealizado, en torno al amor de su vida. La historia es bonita, quizá un tanto agobiante por oclusiva. Adri casi no sale de su casa. O al menos toda su vida paralela transcurre en ella. No sé si es necesidad de contentar al intelectualillo español, la autora cae en la tendencia de nuestros escritores contemporáneos de dejar mal a la Iglesia. De toda la historia, de las pocas que salen mal paradas son las monjas del cole.
Parece culminar un trabajo elaborado durante toda la carrera literaria de la autora. Los personajes tienen retazos de otros de novelas anteriores, pero ahora están mejorados.Transcurre entre 1931 a 1936. La protagonista con dos hermanos bastante más mayores que ella y unos padres que se pelean, crea un mundo imaginario en el que evadirse. Narra con gran sencillez los claroscuros de la infancia y el despertar de la adolescencia. Las ambientaciones son muy buenas, el fondo muy tierno, además de tener una gran riqueza de matices y ser muy expresiva. Describe de una forma sorprendente por lo delicado sentimientos como el cariño de una madre o la añoranza de la figura paterna.