La vida de Ángela da un vuelco con la llegada de un misterioso chico rubio al pueblo. Intrigida por sus ojos tristes y sus modos de la capital, Ángela le enseñará a disfrutar de su pequeño mundo, marcado por la relación con los animales, las verdes dehesas y los infitos cielos azules. Las semanas que pasarán juntos, repletas de descubrimientos y emociones, cambiarán la vida de Ángela para siempre.
Comentarios
Relato juvenil, ameno y
Relato juvenil, ameno y entrañable, sobre la vida en los pueblos. La protagonista es Ángela, una niña que, durante los meses de verano, ayuda a su familia en las labores del campo: cuida de la piara de cerdos, echa de comer a las gallinas, monta en el caballo percherón. Vive, tranquila y feliz, en una casa modesta con sus padres y con sus tíos. Pero en el mes de septiembre llega de la capital un niño, Pedro, algo triste y perdido, sus ojos apagados denotan que algo grave le ha sucedido. Desde ese día, la vida de Ángela cambiará y aprenderá a ver la realidad desde otra perspectiva.
El relato está narrado en primera persona por la propia protagonista que, ya mayor, rememora el tiempo de su infancia. En la obra se plantea, en primer lugar, la oposición entre el pueblo y la ciudad. Pedro, alto y rubio (pero un lechuguino), representa la ciudad, que también tiene sus ventajas porque en ella se puede estudiar. Mientras que Ángela simboliza la vida en el pueblo: el contacto con la naturaleza y con los animales, “las jaras y el romero y la hierba bajo mis pies. El cielo se enzarzaba en los últimos alcornoques como si se fuera a acabar, pero no se acababa nunca y era azul” (p. 19). Sin embargo, en este paisaje idílico, la vida es hermosa y, al mismo tiempo, cruel porque en ella caben el nacimiento, la enfermedad y la muerte: el ciclo y los misterios de la vida.
Con un estilo poético y sencillo, desde una perspectiva infantil siempre dispuesta a provocar la sonrisa, la autora Mónica Rodríguez plantea temas profundos sobre la vida, la familia, el cariño, la amistad y el amor (primeros amores y amores antiguos que sobreviven al paso del tiempo). La obra se completa con las originales ilustraciones de Patricia Metola, licenciada en diseño gráfico, que ha realizado exposiciones en la Biblioteca Nacional y en el Museo de Arte Itabashi de Japón, entre otros. En esta ocasión, son dibujos en blanco y negro, grises y amarillo (el color de la pena), que resultan sugerentes y muy significativos para comprender mejor el mensaje de los textos.