También esto pasará

Cuando era niña, para ayudarla a superar la muerte de su padre, a Blanca su madre le contó un cuento chino. Un cuento sobre un poderoso emperador que convocó a los sabios y les pidió una frase que sirviese para todas las situaciones posibles. Tras meses de deliberaciones, los sabios se presentaron ante el emperador con una propuesta: «También esto pasará.» Y la madre añadió: «El dolor y la pena pasarán, como pasan la euforia y la felicidad.» Ahora es la madre de Blanca quien ha muerto y esta novela, que arranca y se cierra en un cementerio, habla del dolor de la pérdida, del desgarro de la ausencia. Pero frente a este dolor queda el recuerdo de lo vivido y lo mucho aprendido, y cobra fuerza la reafirmación de la vida a través del sexo, las amigas, los hijos y los hombres que han sido y son importantes para Blanca, quien afirma: «La ligereza es una forma de elegancia. Vivir con ligereza y alegría es dificilísimo.» Esta y otras frases y el tono de la novela, tan ajena a cualquier concesión a lo convencional, evocan aquella Bonjour tristesse de Françoise Sagan, que encandiló a tantos (y escandalizó a no pocos) cuando se publicó en 1954. Todo ello en el transcurso de un verano en Cadaqués, con sus paisajes indómitos y su intensa luz mediterránea que lo baña todo.

Milena Busquets transforma en literatura vivencias personales y partiendo de lo íntimo logra una novela que rompe fronteras y se está traduciendo con inusitada rapidez a las principales lenguas, como el inglés, el francés, el alemán, el italiano y el portugués. Y lo logra porque a través de la historia de Blanca y la enfermedad y muerte de su madre, a través de las relaciones con sus amantes y sus amigas, combinando prodigiosamente hondura y ligereza, nos habla de temas universales: el dolor y el amor, el miedo y el deseo, la tristeza y la risa, la desolación y la belleza de un paisaje en el que fugazmente se entrevé a la madre muerta paseando junto al mar, porque aquellos a quienes hemos amado no pueden desaparecer sin más.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2015 Anagrama- Narrativas hispánicas
172
9788433997883
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2
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0
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Imagen de Azafrán

Prosa poética, autobiográfica, en la que la narradora nos describe el inmenso dolor ante la pérdida de su madre. Una elegía en prosa.

El alter ego de la escritora, Blanca, acaba de perder a una madre con la que había reñido frecuentemente: la típica relación de una hija con una anciana madre enferma, con párkinson y malos humos.

Al dolor de la separación definitiva del ser más cercano a cada uno de nosotros, los recuerdos se mezclan en una especie de caleidoscopio fantasmagórico porque nada se entiende y todo duele demasiado.

Comienza la novela en el cementerio de Cadaqués donde es enterrada la madre de Blanca.

A continuación el deambular de Blanca y de sus dos hijos y de la corte de amigos que la rodea por la ciudad de Barcelona.

Milena Busquets concibe a Blanca como el epicentro de un mundo a punto de derrumbarse y al que ella sostiene en medio del dolor por la madre recién fallecida.

Nos presenta a un grupo en el que conviven los dos padres de sus dos hijos, Guillem y Óscar, un hombre casado con el que mantiene relaciones sexuales, Santi, sus dos amigas Elisa (y su pareja Damián), Sofía (que terminará siendo la pareja de su ex marido Guillem, sus dos hijos Edgar y Nico y su canguro Úrsula…

Todos se reúnen en el apartamento que la madre de Blanca tenía en Cadaqués. Por el día frecuentan la playa y por la noche el amor libre y la droga.

Todos menos Elisa que va a su pareja tontear con Blanca bajo el efecto de la mariguana. La discusión entre las dos amigas permite al lector tropezarse con el siguiente párrafo:

-“¿Sabes una cosa, querida Blanca? Esa idea infantil que tienes de un nuevo tipo de sociedad, que en teoría nuestra generación está construyendo sin que nadie se dé cuenta, donde todo el mundo se entienda y bese a quien quiera cuando le apetezca y entre y salga de las relaciones como quien entra y sale de su casa y tenga hijos por aquí y por allá, sólo funciona cuando los demás te importan una mierda.” Pág. 141

Esta afirmación de Elisa llevará más adelante a Blanca a reflexionar sobre la generación a la que pertenece y sobre el ambiente de Cadaqués.

“Hay mucha gente, música, drogas esparcidas por las dos mesas bajas, alcohol y unos restos de fruta… Reconozco a algunos de los otros náufragos del pueblo, hijos de los primeros colonos, intelectuales y artistas que, en los años sesenta, llegaron a Cadaqués y lo llenaron de gente atractiva, con talento, ganas de cambiar el mundo, y sobre todo, de divertirse. Reconozco al instante a los hijos de aquella generación, a los asilvestrados que, como yo, fueron educados por padres lúcidos, brillantes, exitosos y muy ocupados, adultos empeñados en que el mundo fuese una fiesta, su fiesta. Somos, creo, la última generación que tuvo que ganarse, a pulso, el interés o la atención de sus padres.”, pág. 160

Las bellas descripciones que hace la autora del entorno marino de Cadaqués, de sus paisajes y puestas de sol son tan sólo el paisaje de una generación perdida, los idealistas de mayo del 68 que ahogan las penas de una vida decepcionante en los océanos del alcohol, sexo y drogas.

Y como tantos otros revolucionarios decepcionados por lo que ellos mismos no son capaces de hacer, culpan a sus lúcidos y brillantes padres que fueron los iniciadores de la fiesta en la que naufragan a sus cuarenta años.

“El dolor te pone de parte de los perdedores”, apuntaba Milena Busquets en una entrevista que recoge la sección Cultura de El País.

 Se salva de este naufragio generacional el amor a la madre fallecida, el recuerdo de su vida que flota como retazos de belleza a través de estas páginas.