Un giro decisivo

Casi al límite del agotamiento, mientras nada en el mar con la furia de quien quiere liberarse de una noche de pensamientos obsesivos, el comisario Salvo Montalbano se topa, literalmente, con la investigación más difícil de cuantas ha llevado a cabo hasta la fecha.

En efecto, su hallazgo de un cadáver medio descompuesto, con unos profundos cortes en las muñecas y los tobillos, desencadenará una serie de reacciones que harán que se sienta más aislado y superado por las circunstancias que nunca.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2004 Salamandra
220
978-84-96333-90-6

Quinteto

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Imagen de enc

Si otras obras de Andrea Camilleri me han parecido vacías, Un giro decisivo se aproxima más a lo que debe ser una novela: un relato en prosa con cierto interés. La presentación del autor (pág.5) nos dice que durante cuarenta años fue guionista y director de teatro y televisión, lo que nos hace pensar que algunas de sus obras fueron escritas casi como guiones para la pantalla. En un momento de esta novela, el autor evoca al agente 007, James Bond, y a partir de ahí, una narrativa bastante aceptable se convierte en la descripción, casi visual, de escenas de acción, con lo que la novela pierde mucho interés.

Dicho lo anterior, hay un párrafo en esta obra que vale la pena citar porque queda claro que es un desahogo del autor acerca de una contradicción ética que existe en nuestras sociedades y en las leyes, y que se refiere al consumo del tabaco y de las drogas. En un momento determinado, el comisario Montalbano dice: "Actualmente se están endureciendo las leyes contra los fumadores. Son muy severas, casi persecutorias. Sin embargo, con los cocainómanos hay más tolerancia. Al fin y al cabo la consumen todos: altos funcionarios, políticos, ejecutivos... Si estás fumando un cigarrillo, el que tienes al lado puede acusarte de estarlo envenenando con el humo, mientras que la cocaína pasiva no existe. En resumen, la cocaína causa menos daño social que el humo" (pág.86).

Considero que el párrafo anterior tiene un carácter irónico y crítico, y su última frase es absolutamente falsa: "La cocaína causa menos daño social que el humo". Nadie comete un crimen impulsado por la nicotina, pero se cometen muchos después de la ingesta de cocaína, por ejemplo determinados episodios de conducción temeraria, como los llamados conductores suicidas; hay casos de violencia doméstica y de otro tipo que no se comprenden si no es por el uso previo de alguna droga; de igual forma algunos robos, estafas, etc... Las drogas, por la influencia que tiene sobre el cerebro y el sistema nervioso, tienden a eliminar las inhibiciones, pero no es el caso del tabaco que sólo afecta a los pulmones y al sistema circulatorio.

El consumo lúdico y por imitación de las drogas, especialmente de la cocaína, puede inducir esta adicción en otro sujeto con los inconvenientes de todo tipo que ello conlleva. Pensemos que hay personas que, por motivos psicológicos, son más propensas a incurrir en adicciones que otras, el que ofrece una droga puede no estar enganchado a la misma y el que la recibe desarrollar una adicción.

Otra cuestión mucho más profunda se refiere a la autoridad moral de los gobernantes para adoptar determinadas medidas. Un legislador o gobernante  que haya despenalizado el consumo de drogas -"porque la consumen todos"- carece de autoridad moral para prohibir el tabaco; de la misma manera un legislador o gobernante que haya despenalizado el aborto -aproximadamente cien mil casos al año en nuestro país- no puede poner sobre la mesa los presuntos seis mil fumadores pasivos que fallecen anualmente; los abortos se pueden contabilizar uno a uno, pero sobre los fumadores pasivos fallecidos no se puede más que elucubrar.

Actualmente, hay demasiados casos de incongruencias en la legislación y en la praxis política que nos hacen negar la autoridad moral de los gobernantes y los legisladores para gestionar el bien común. Por ejemplo se puede denigrar todo lo que se quiera la religión, pienso en "cómo cocinar un crucifijo" y tantos otros casos, y se afirma que existe un derecho a la blasfemia basado en la libertad de expresión, pero no se puede decir que se puede desprogramar la homosexualidad sin incurrir por ello en un delito de odio. En este último caso es demasiado evidente dónde está la mano que mueve la cuna; pero donde no hay igualdad de trato no se puede decir que haya justicia ni que se atienda al bien común.

Gracias Camilleri por sincerarte sobre esta cuestión. Juan Encabo.

Imagen de cdl

La inmigración ilegal controlada por mafias y el tráfico de niños del Tercer Mundo para obtener órganos para trasplantes médicos inspiran esta novela, perteneciente a la serie protagonizada por el comisario siciliano Salvo Montalbano. Ironía, críticas sociopolíticas, situaciones dramáticas y alusiones cómicas referidas a personajes pintorescos se mezclan con un buen resultado desde el punto de vista novelístico. La trama es interesante, el estilo ágil y el desenlace debidamente satisfactorio.