Waugh narra sus años como estudiante en Oxford, que tan bien recrearía en "Retorno a Brideshead": época que resulta ser un sofisticado retrato de la generación de Harold Acton, Cyril Connolly y Anthony Powell; un mundo exclusivo que rememora con elegante ingenio y precisión.
Edición | Editorial | Páginas | ISBN | Observaciones |
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2007 | Libros del Asteroide |
339 |
978-84-935448-2-9 |
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La literatura inglesa cuenta con una larga y fecunda tradición de ese género tan peculiar de las memorias. Sin embargo ninguna supera, en mi opinión, la de aquel hombre extraordinario, Agustín de Hipona, cuyas "Confesiones" inauguran un género, y al tiempo, lo llevan a su máximo esplendor. De la literatura inglesa son abundantes las memorias que he leído. Ninguna supera la "Autobiografía" de Chesterton. Pero si me he identificado con alguno de los escritores cuyas memorias conozco, ése es Evelyn Waugh, con Una educación incompleta (Libros del Asteroide 2007); estudiante mediocre al que tan sólo le interesa el arte, y en sus tentativas, pinta, se dedica a la caligrafía y a la miniatura medieval, a la impresión gráfica… En su juventud nunca estuvo presente la idea de dedicarse a la escritura; su vocación era más bien artesanal. Esa vocación la acabó ejerciendo desde la escritura, pues cualquiera que conozca la prosa del inglés sabe que su palabra es pura artesanía, una delicia para los sentidos.
Su vida en el colegio privado de Lancing, primero, y en Oxford después, donde ejerció de dandy, snob, comunista subversivo, derrochador, bebedor, esteta y por fin, bohemio (nunca creyendo en lo que hacía, por supuesto) le dan una experiencia que volcará en sus novelas. Si por algún motivo es atractiva la figura del joven Evelyn Waugh (las memorias sólo abarcan la primera etapa de su vida) es por la amistad que sabe ofrecer y de la que sabe disfrutar como nadie. Si por algo, aparte de la magnífica prosa, claro, destacaría estas memorias es por su absoluta sinceridad, descarnada a veces. El libro lo cierra su intento de suicidio: después de internarse en el mar y dejar una erudita cita de Eurípides, el escozor de unas medusas con las que tropieza en su romántico nadar mar adentro hacen que vuelva corriendo a la playa. Lo que apena de veras es que la muerte del autor impidiera la continuación de las memorias, de las que nos ha dejado esta suerte de introducción iniciática.