La arqueología del Antiguo Israel

El judaísmo, al igual que el cristianismo, son religiones históricas que se basan en una intervención de Dios en el acontecer de los hombres. Por eso, el libro sagrado, la Biblia, no recoge sólo enseñanzas útiles a los hombres, sino también los hechos que Dios ha obrado. Palabras y acciones, se dice en la constitución "Dei Verbum" del Concilio Vaticano II, se iluminan mutuamente. De ahí la importancia que tiene, para estas religiones, el estudio de la arqueología. No sólo se trata de rastrear los vestigios que permiten comprender mejor los textos sagrados, sino también de buscar indicios en los que se corrobore lo que la Historia Sagrada enseña.

Ediciones

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2004 Cristiandad
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El hecho de que la arqueología de Tierra Santa estuviera tan vinculada a la fe de millones de personas, y también a la curiosidad de los no creyentes, ha tenido un doble efecto en las excavaciones. Por una parte las ha incentivado, sobre todo a partir de finales del siglo XIX, y por otra ha hecho que las interpretaciones del material encontrado fuera susceptibles de interpretaciones más o menos interesadas. Establecer un juicio definitivo parece difícil y más porque muchas veces los indicios no son concluyentes. Un ejemplo claro son los restos que algunos identifican con el altar que edificó Josué (Jos 8,30-32), y que otros piensan podría ser sólo la base de una torre (pp. 488-490).
Al margen de esas discusiones que seguirán abiertas mientras no aparezcan indicios más elocuentes, el libro es una auténtica enciclopedia de arqueología del antiguo Israel desde el neolítico hasta mediados del siglo VI (586 a.C.), con la deportación de babilonia. El libro constituye una catarata de datos e información perfectamente estructurada. Se nos van ofreciendo diversos estratos cronológicos y, en cada uno de ellos, se analizan aspectos relevantes como la cerámica, las casas, los lugares de culto, las fortificaciones, la economía o la manera de enterrar a los muertos. En los primeros capítulos se analiza también de forma más exhaustiva la aparición de restos de plantas y animales domesticados. Por el modo como está diseñado el libro vamos viendo, a la luz de los restos arqueológicos, los distintos asentamientos de pueblos, llegados por tierra o del mar (como los filisteos), y las grandes influencias culturales, religiosas y económicas, a que estuvo sometido el territorio de Palestina.
El libro, como nos tiene acostumbrados ediciones Cristiandad, está muy bien editado. Contiene un pliegue de páginas a color con excelentes fotografías de los hallazgos así como algunas tablas cronológicas y dibujos que ayudan a tener una idea más acabada de los utensilios de cada época. Resulta imprescindible para los entusiastas de la arqueología, muy recomendable para los amantes de la Biblia, especialmente del Antiguo Testamento (aunque las comparaciones entre el material encontrado y las referencias bíblicas pueden decepcionar a más de uno), e interesante para los que se dedican a temas de historia o quieren forjar una amplia cultura general.

Paloma Blanco