El reciente trabajo de William T. Cavanaugh

resume el debate planteado en Estados Unidos acerca de la comparación entre la

violencia religiosa y la violencia secular, de ahí el subtitulo del trabajo:

ideología secular y raíces del conflicto moderno.




Desde el comienzo el autor busca subrayar la falsedad del

mito de la violencia religiosa calificada por muchos autores como fanática e

incontrolada, mientras que la violencia de los nacionalismos, ideologías

seculares etc., sería una violencia controlada razonable y a menudo

lamentablemente necesaria para contener la religiosa (cfr. p.36).




Así culmina Cavanaugh el

estudio general de la cuestión: "Los argumentos que he examinado pueden

clasificarse en tres tipos no excluyentes: la religión causa violencia porque

es absolutista, es disgregadora y es insuficientemente racional" (p.38).




En ese sentido, conviene resaltar cómo el Santo Padre

Benedicto XVI ha resumido el cristianismo en su primera Encíclica Deus Caritas est,

recordando que la esencia de la fe cristiana es Amar a Dios y a los demás. Es

decir, volver a las raíces; el cristianismo sigue anunciando, con palabras y con

la vida de los cristianos, el mandamiento de la caridad: las miles de iniciativas

de caridad y solidaridad en el mundo lo muestran; los establecimientos de beneficencia , la atención a los desamparados, a los

que sufren dolores, enfermedades, el impulso de educación, de la dignidad de la

persona humana, sanidad, etc. Además, Benedicto XVI ha irrumpido con vigor en el

debate moderno. La Teología católica busca aportar luces desde el equilibrio

entre fe y razón.




En el segundo capítulo analiza Cavanaugh,

las aportaciones de los autores en boga acerca de la violencia religiosa. La

conclusión es contundente: "Hemos de concluir que no hay forma coherente alguna

de aislar las ideologías religiosas con una peculiar tendencia a la violencia

de sus contrapartidas seculares menos agresivas" (p.109).




Al estudio del concepto de religión, dedica el capítulo

tercero, donde seguirá a San Agustín y Santo Tomás: "para Agustín, religio significa

adoración, es decir, la acción mediante la cual se rinde alabanza" (p.121). Respecto a las guerras de religión

del siglo XVI-XVII, recuerda el mito historiográfico: "La solución al problema

llegó con la aparición del estado moderno, en el que las lealtades religiosas

fueron marginadas y el estado se aseguró el monopolio de la violencia. A partir

de entonces las pasiones religiosas serían sometidas y los protestantes y los

católicos pudieron unirse en una misma lealtad al estado religiosamente

neutral" (p.233). Y comenta Cavanaugh: "Pero resulta

que esas guerras fueron por si mismas parte del proceso recreación de la

distinción entre religión y política. En otras palabras, la creación del estado

moderno no fue sencillamente la solución de la violencia de los siglos XVI y

XVII, sino, que, más bien, fue parte activa de esa violencia" (p.235). El

asunto está suficientemente trabajado

por Hugh TREVOR-ROPER.




José Carlos Martín de la Hoz




William T. CAVANAUGH, El mito de la violencia religiosa. Ideología

secular y raíces del conflicto moderno
, ed. Nuevoinicio,

Madrid 2010, 444 pp.




Hugh TREVOR-ROPER, La

crisis del siglo XVII. Religión, reforma y cambio social,
ed. Katz, Madrid 2009, 488 pp.