La última obra de la escritora francesa Marion Muller-Colard, ha vuelto a acertar tanto por el tema escogido, como por el modo profundo y sencillo de abordarlo, así como por los textos de la Sagrada Escritura escogidos y la apoyatura del sentido teológico de la revelación y del encuentro.

En efecto, en esta ocasión nuestra autora, plantea una interesante cuestión: el problema del mal en el mundo y, especialmente, del sufrimiento moral, de quienes están cerca o en primera persona; es decir, sobre la base de la propia experiencia y del encuentro con el dolor en la vida de quienes nos rodean.

La cuestión es abordada en tres pasos: la queja, la amenaza y la gracia. En primer lugar, planteará, como sucede en el libro de Job la cuestión de la queja, puesto que hay un momento en el dolor y el sufrimiento verdaderos en el que emana de lo más profundo el por qué a mí, que requiere previamente el profundo desprendimiento del propio dolor para ofrecerlo y superar la palabra injusticia: el veneno y el antídoto (17).

Inmediatamente, de la mano del libro de Job la autora nos va llevar a perder la seguridad en un Dios contractual y en un Dios de la amenaza y de las ausencias: “El grito de Job es su primer acto de fe libre. La espera apremiante, sobre un montón de estiércol, de que se cree algo nuevo. La única espera que se puede permitir: la espera de lo Imprevisible. Es entonces cuando la alternativa cerrada entre un Dios juez y un Dios perverso, esa alternativa mixta que cimienta su propia paradoja, se resquebraja y deja entrevera otro Dios: si no es él, entonces ¿Quién es? (Job 9, 24) pregunta Job, preso de su relación contractual con Dios. a fuerza de espasmos y gritos, a fuerza de una palabra que busca, Job atisba por fin a otro Dios: “Yo sé que mi Defensor está vivo, y que él, el último, se levantará sobre el polvo. Tras mi despertar me alzará junto a él, y con mi propia carne veré a Dios. Sí, yo mismo le veré, mis ojos le mirarán, no ningún otro. ¡Dentro de mí languidecen mis entrañas!” (Job 19, 25-27) (...). Perdiste un Dios funcional que demostró, con creces, no funcionar bien. Has encontrado un Dios vivo, que se te escapa y que persigues” (86-87)

Entonces, es cuando se atisba una solución completa, feliz, colmada que es el fruto de la gracia. En el libro de Job, nos dice la autora, Dios no responde con evasivas, ni con explicaciones al problema del mal, ni con justificaciones, sino que nos invita “a repasar, junto al Creador, los fundamentos inamovibles de la Creación” (98). Dios nos ha dado la gracia del don de la vida, del don de su auxilio constante durante la vida: “Me encantaría ser esa mujer de fe, establecida en la primera Palabra de un Dios que me prefiere a nada y me invita a poner límites al caos (...) trabaja en las obras de aquel que creó la vida” (115). Es decir, Dios ha creado, nos ha creado, por amor.

Conviene recordar el magistral trabajo de san Juan Pablo II: la exhortación apostólica “Salvifici doloris” (Roma 1984), pues recuerda que el dolor puede ser una vocación a corredimir, una llamada a ayudar en la obra de la creación y en la de la redención.

José Carlos Martín de la Hoz

Marion Muller-Colard, El otro Dios. La queja, la amenaza y la gracia, editorial Fragmenta, Barcelona 2020, 124 pp.