Carmen Hernández (1930-2016), cofundadora del camino neo catecumenal junto con Kiko Argüello viajó mucho por toda la tierra y escribió mucho a lo largo de su vida, tanto en sus cartas, apuntes personales, como en guiones de catequesis o en la preparación de sus charlas y clases a los miembros del camino.
Con motivo de la preparación de su proceso de beatificación y canonización que comenzó en Madrid el 4 de diciembre de 2002, se ha recogido en muchos volúmenes la totalidad de sus escritos publicados e inéditos de modo que podrán ser entregados a la comisión histórica que está disponiendo la documentación necesaria para el proceso.
Josefina Ramón Berná, miembro del Camino neo catecumenal desde su juventud y buena conocedora de Carmen Hernández se ha fijado en el concepto de “misión y virginidad” en los escritos que hemos mencionado y nos ofrece ahora una síntesis memorable para nuestro estudio y meditación.
El tratado que ahora tenemos en nuestras manos acerca de la virginidad es de una gran riqueza espiritual, pues abarca desde la castidad matrimonial, hasta la castidad como virtud cristiana de los jóvenes cristianos de nuestro tiempo o la consagración del cuerpo de personas vírgenes, itinerantes, religiosos, consagrados o monjas de clausura.
La enseñanza de Carmen a cristianos de toda clase y condición no es algo teorético, propio de un tratado sobre la virtud de la templanza o la continencia cristiana, sino algo mucho más profundo: un tratado sobre el amor a Jesucristo en plenitud tomado prácticamente entero de la teología bíblica y, por supuesto, de los ejemplos del Nuevo y del antiguo Testamento.
Enseguida, nos dirá que “Dios se da a conocer al mundo a través de la virginidad” (26) y de la misericordia (36). Es más, a lo largo de este trabajo aparecerán muchas citas textuales de Carmen recordando que Dios ha querido que el camino neo catecumenal sirva para revitalizar toda la vida de la Iglesia: el matrimonio y el celibato, la virginidad en medio del mundo, la vida consagrada o los conventos de clausura (146). Incluso dirá a los sacerdotes del Camino: “necesitáis una esposa: la Iglesia” (175). Como a las jóvenes les mostrará a Cristo como esposo: “solo hay que subirse al plan de Dios y dejarse llevar por él” (235).
Para Carmen Hernández, la virtud de la castidad, guardar el corazón para Dios, no es cuestión de ascética sino de fe (180). Es decir, no es tanto esfuerzo o lucha como confianza en el amor de Dios. Es más, el celibato apostólico, la santa pureza, como quiera decirse, lo definirá magistralmente siguiendo la doctrina clásica tomista que había estudiado en la Facultad de teología de Valencia, con estas significativas palabras: “cualidad que viene en ayuda del hombre” (180). Es decir, que el hombre pone en juego la libertad, la voluntad de amar a Jesucristo y en él a todas las almas y es el Espíritu Santo el que concede la virtud, la cualidad, que llena el corazón de paz: “la felicidad es la unidad de la persona” (181).
José Carlos Martín de la Hoz
Josefina Ramón Berná, Corazón indiviso. Misión y virginidad en Carmen Hernández, BAC, Madrid 2025, 253 pp.