Newman y el desorden social

 

En la cuaresma de 1848, John Henry Newman -el futuro cardenal Newman- predicó en la catedral de Birmingham una homilía bajo el título de El mundo y el pecado. En ella se preguntaba el predicador "¿No está hoy en día la mayor parte de la humanidad poséida por el demonio?" (Sermones católicos, pág.146).

La situación de Gran Bretaña en aquel momento era de una rápida idustrialización, compatible con la existencia de grandes masas empobrecidas. La aventura colonial suscitaba guerras en distintos lugares del mundo, como la guerra de los Boers en Sudáfrica o las guerras del opio en China. Todo ello lleva a Newman a exclamar: "Hay una inmensa carga de mal en el mundo..., una batalla entre el bien y el mal..., Satanás rabia y atormenta cuando no puede destruir" (págs.156-157).

La situación se repite en nuestros días. Las guerras se multiplican y en los países hay de todo menos paz social. Decía entonces Newman: "El espíritu maligno ha cegado los ojos de los que no creen y se hallan forzados a reñir porque han perdido su camino" (pág.155). En nuestros días, políticos agresivos y fanfarrones -y no solo políticos- se atacan mutuamente dividiendo a la sociedad. "La dureza del corazón -explicaba el predicador- es una especie de posesión diabólica" (pág.150).

Continuaba el futuro Cardenal: "El mundo está lleno de discusiones y debates, y no sin razón, porque cuando el corazón está extraviado también se extravía la razón, y cuando los hombres se corrompen y llevan una mala vida no ven la verdad" (pág.154). ¿Corrupción? ¿Mala vida? Suena a broma. Por poner un ejemplo conocido, el presidente de los Estados Unidos ya va por su tercera o cuarta esposa más las distracciones ocasionales, algo que antes nunca hubiera permitido la democracia americana: "Cuando el corazón está extraviado también se extravía la razón".

Newman atribuye este extravío al amor por el dinero: "En este país -afirmaba- hay muchísimos pobres y ricos preocupados solo por ganar dinero. Los ricos, absortos con el deseo de aumentar sus bienes, no tienen tiempo ni amor por las cosas que importan a su paz" (pág.151). Para el predicador, las cosas olvidadas por los ricos serían la religión, el amor de Dios, la preocupación por los que sufren y, en último extremo, la salvación de sus almas.

Hoy, en el siglo XXI, los menos ricos contemplan embobados a los pudientes y hasta las personas religiosas especulan con sus bienes -estoy pensando en la vivienda- tratando de sacarle el máximo beneficio y poniéndola fuera del alcance de aquellos que desean formar una familia o simplemente sobrevivir. A lo anterior tenemos que añadir las innumerables loterías, juegos de azar, estafas y una publicidad agobiante dirigida a hacerse con el dinero de los demás. Concluímos con Newman en que "hay una inmensa carga de mal en el mundo".

"Solo Dios puede curar a las almas" -termina el predicador- "solo Dios puede arrojar al demonio" (pág.156). Habremos de acudir a Él pidiéndole que muestre su poder y nos traiga la paz. Aun así, el futuro Cardenal explicaba a sus oyentes que solo en el cielo alcanzaremos la paz, el orden y la serenidad definitivas.

Juan Ignacio Encabo Balbín
Newman, John H. Sermones católicos, Rialp, 2016.