Acaece, sin embargo, lo verdadero

 

Adan Kovacsics (Santiago de Chile 1953) hace gala de una pluma fácil, elegante y poética, al estilo verdaderamente de Hölderlin, en este magnífico título nuevo de Acantilado, para pasar revista a situaciones reales en Budapest y fuera y, sobre todo, a libros y personajes, para reconocer con sencillez y sin meterse en mucha metafísica que “Acaece, sin embargo, lo verdadero”.

De otros trabajos y publicaciones Kovacsics se ha ganado fama internacional como traductor del alemán al castellano. Como es bien sabido en ese terreno de la traducción es verdaderamente una autoridad, pues traducir requiere una gran riqueza intelectual entre los idiomas que van a recoger el vertido del pensamiento.

Precisamente por sus constantes trabajos de traductor y de edición del alemán al castellano, en este trabajo se hablará mucho de los judíos y terminará por enfrentarse con Nietzsche precisamente porque no vivió el holocausto ni lo predijo y por tanto le faltó la experiencia de la “banalidad del mal” y de la eliminación del pueblo escogido por Dios como camino para matar a Dios (18).

Hay una cuestión periódicamente repetida a lo largo del libro y es el tema de Auschwitz pues, aunque Kovacsics se declare judío que no lee la Torá, sí que le afecta y mucho el holocausto (22).

Verdaderamente, terminará por reconocer que Auschwitz se ha insertado no sólo en la conciencia del pueblo alemán sino del europeo y occidental en general y es muy importante que así sea para que no vuelva a suceder (33).

Invención y verdad, es el título del primer capítulo y realmente recoge con gran estilo una relación personal con amigos que proceden de otros lugares, cómo les acoge en Budapest, los problemas que encuentra, cómo se las ingenia para ser un buen anfitrión: cosas sencillas de la vida cotidiana, reales y verdaderas.

También, hará un ejercicio de novela realista con la exposición de la entrañable historia de una mujer que se marcha de su casa para casarse y ya no volverá nunca más allí, pero deja abandonados a los gatos, a los que había primorosamente cuidado, en el jardín (161).

Asimismo, otros pasajes del libro narran escenas ficticias como las relaciones “casi” familiares entre Nemo y Olga, es decir, un robot con inteligencia artificial y Olga su dueña. Efectivamente, como la inteligencia artificial, Nemo aprende de día en día y termina por ser mucho más que un animal de compañía, pero finalmente es arrojado en un cubo de basura municipal pues, como todas las máquinas quedan obsoletas al cabo de un tiempo (190).

José Carlos Martín de la Hoz

Adan Kovacsics, Acaece, sin embargo, lo verdadero, ed. Acantilado, Barcelona 2025, 199 pp.