Muchos perros, pocos niños

 

Me lo decía alguien hace no mucho: se casan y tienen perros. Dedican mucho tiempo al perro. Hay que sacarle a pasear. Dejan suciedad por aquí y por allá. Y cuando se plantean tener hijos resulta que tienen la sensación de que no van a tener tiempo para atenderles. La sensibilidad por la descendencia, por fundar una familia llena de vida, es algo que se ha pasado de moda. No hay tiempo. Bueno para el perro sí…

Hace ya unos veinte años se publicó “A orillas del lago”, la historia de una familia numerosa. “Un fatídico día de verano, los hermanos Morrison, dos chicos y dos niñas, pierden a sus padres en un trágico accidente. Este hecho supone para todos ellos un shock emocional y un hecho trascendental que cambiará sus vidas de forma definitiva. Rechazando el ofrecimiento de diversos parientes lejanos, los niños optarán por evitar la separación y permanecer juntos en la pequeña localidad de Crow Lake, en el agreste norte canadiense. Esta decisión les supondrá no pocos sacrificios, esfuerzos y dificultades”.

Es una tierna historia de lo que supone tener hermanos. Según se avanza en la lectura de esta novela he entendido el porqué del interés de la autora por dejar claro que no es realidad. Ni las personas, ni los lugares –salvo por aproximación-, ni los hechos. Y es que esta novela es tan “real” que cuesta creer que es ficción. Las personas están vivas. Especialmente Kate, quien narra la historia. Creo que hay algo especial en esta historia y es que el lector se mete en la conciencia del protagonista. No juzgamos por algunos hechos, estamos observando sus remordimientos, sus culpabilidades y sus conversiones. Creo que se podrían decir muchas cosas.

Es la realidad de la conciencia de familia, algo que es tan difícil encontrar ahora. Hay mucho individualismo. Y si los padres no han tenido más que dos hijos, por falta de generosidad, lo que hay luego en los hijos es falta de generosidad. Sin duda hay matrimonios que no han podido tener más que dos hijos o uno, aunque hubieran deseado muchos más. Pero también es verdad que se tienen muy pocos hijos con frecuencia por motivos económicos, de planes diversos, de empeño por vivir cómodamente.

Comenta un lector: “Un fatídico día de verano, los hermanos Morrison, dos chicos y dos niñas, pierden a sus padres en un accidente de tráfico. Rechazando el ofrecimiento de diversos parientes lejanos, los niños optan por evitar la separación y permanecen juntos en la pequeña localidad de Crow Lake, en el agreste norte canadiense. A partir de ese momento, la dura realidad cambiará el futuro de todos. Luke, el mayor, deberá renunciar a los estudios universitarios, cerrándose así las puertas de un futuro prometedor; y Matt, el segundo, asumirá la dirección de la familia, convirtiéndose en un auténtico héroe ante los ojos de Kate y Bo, las dos pequeñas. Y será precisamente el amor y la admiración incondicional hacia su hermano el elemento clave que marcará la vida de Kate”.

Lo que marca la vida de estos hermanos no es tener más o menos dinero, vivir más o menos bien. Les marca la vida en familia. Y eso es algo que hemos experimentado tantas veces. No hay mayor tesoro que esa familia amplia, con diversidad de gustos y  caracteres, y, por lo tanto, por la diversidad, la riqueza de afectos, de recuerdos, de aventuras. No hay mejor regalo que la familia numerosa.

Ángel Cabrero Ugarte