Las relaciones interreligiosas

Se ha celebrado recientemente el sesenta aniversario de la declaración conciliar Nostra aetate sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas, aprobada y promulgada por S.S.Pablo VI el 28 de octubre de 1965. Ésta, junto con el decreto Unitatis reintegratio sobre el ecumenismo, suponen un impulso inicial para lo que luego se ha conocido como el diálogo interreligioso.

Los documentos citados distinguen dos formas de diálogo; por un lado está el diálogo teológico sobre las verdades de la fe y del espíritu; para éste el Decreto pide que los participantes "sean verdaderos peritos" (Unitatis reintegratio, nº 9).

El segundo tipo de colaboración interreligiosa, que mencionan los documentos conciliares, se refiere a la cooperación sobre las necesidades de la humanidad y de los hombres y mujeres individualmente: "Todos los hombres sin excepción -leemos en Unitatis reintegratio, nº 12- están llamados a una empresa común", y a continuación menciona "la recta estimación de la dignidad de la persona humana, la promoción del bien de la paz (...), el uso de toda clase de remedios contra las desgracias de nuestra época, como son el hambre y las calamidades, el analfabetismo y la miseria, la escasez de viviendas y la injusta distribución de los bienes". Concluye el texto afirmando que esta cooperación permitiría un mejor conocimiento mutuo entre los cristianos de distintas confesiones.

La revista católica Omnes de febrero de este año, incluye un artículo del sacerdote ingés Joseph Evans en el que el autor relaciona diez áreas "en las que creyentes de todas las tendencias podrían alcanzar un consenso para la acción en común" (Omnes, nº748, pág.40 y ss). Podríamos añadir que en estas tareas pueden colaborar y de hecho cooperan los no creyentes. "Cinco -objetivos, explica el autor- se expresan con noes y cinco con síes". Veámoslos:

Evans propone y comenta los siguientes noes: 1. No a la esclavitud y a la trata de seres humanos. 2. No a la explotación y opresión de las mujeres; y dentro esta tarea incluye, entre otras, la oposición "a las fuerzas comerciales que promueven la pornografía". 3. No a la miseria humana y la pobreza. El autor incluye en este apartado lo que conocemos como obras de misericordia. Añade que muchas tradiciones religiosas -el cristianismo, el judaísmo, el islam, el sijismo, el baptismo y otras- valoran positivamente la atención a los necesitados y a los que sufren. Tendríamos que añadir de nuevo a los no creyentes pero hombres de buena voluntad. 4. No a la guerra y a la violencia, convencidos de que la paz es un valor espiritual. 5. No al aborto, reconociendo la sacralidad de la vida humana y siempre dispuestos a compartir los bienes de la tierra con nuevas bocas, con nuevas vidas.

En cuanto a los síes que propone el autor serían los siguientes: 1. a la familia, primera forma de entrega y generosidad, apoyo para el desarrollo individual de las personas y vehículo de trasmisión cultural y económica. 2. Si a la influencia religiosa en la vida pública: "Unidos para oponernos a toda forma de prejuicio y discriminación injustos contra las religiones, así como a la ridiculización social de las convicciones religiosas". 3. al cuidado de la creación, un objetivo para el que la sociedad se encuentra sensibilizada y sobre el que el papa Francisco dio un ejemplo de responsabilidad y preocupación. 4. al desarrollo integral, al promover la educación y el desarrollo artístico, intelectual y cultural de todos. 5. a la libertad, ya que todas las religiones deberían defender la libertad tanto de ellas mismas como de otros credos.

Es útil el esfuerzo que realiza Evans para individualizar estas tareas, a fin de que el diálogo interreligioso no se quede en meras palabras. Admite que no todas las tradiciones culturales y religiosas dan la misma importancia a todos estos objetivos, lo cual no debería excluir el diálogo sobre los mismos. Por último, señala cómo las relaciones de cooperación podrían vivirse con frecuencia "a un nivel local discreto". No es necesario convocar al Patriarca de Alejandría -si es que existe, que no lo sé- para abrir una escuela en el Congo o un dispensario en las Bahamas. Todos podemos apoyar -y de hecho lo hacemos- para alcanzar esos pequeños objetivos de cooperación y no discriminación.

Juan Ignacio Encabo Balbín
Evans, Joseph, Diez pasos para renovar las relaciones interreligiosas, Omnes, nº 748.