José Antonio Marina (Toledo 1939) se está claramente haciendo mayor y cada vez más escéptico de lo que ya era cuando empezó a educar chicos y chicas de bachillerato en un Instituto de enseñanza media donde empezó su carrera como docente y, aunque ya dejó la tiza hace muchos años, ha proseguido en sus conferencias y libros adoctrinando a los jóvenes españoles con sus sabias lecciones llenas de anécdotas, ejemplos y frases gráficas.
La gran ventaja, entonces y ahora, tanto en los años 80 y 90 del siglo pasado como en los actuales, es que los jóvenes nunca leerán sus libros y los profesores que les educan y les dan clases de materias humanísticas tampoco, pues ahora ya no leemos más que los jubilados.
Toda su enseñanza se resume en enseñar a los jóvenes a tener espíritu crítico ante todo lo que les llega del exterior, tanto libros, novelas, videos, clases, conversaciones con los padres y amigos. Tan crítico que ha terminado por no creer ni confiar en nada ni en nadie excepto en la evolución de la materia hasta pensar que el amor o la compasión son puras fórmulas algebraicas o pulsiones nerviosas (45).
En esta ocasión el profesor Marina nos adoctrina desde el ateísmo y el mecanicismo neokantiano acerca de “la vacuna contra la insensatez”. Da absolutamente igual el tema que aborde pues todo lo que lleva años diciendo es fruto de una antropología cada vez más kantiana y dirigida a hacer al hombre más racionalista, egoísta y centrado en sus pensamientos cerrados en su inmanentismo.
Marina nunca ha entendido el mundo espiritual, ni la relación con Dios, ni el amor, ni la capacidad del hombre de gozar en una relación enriquecedora que proviene de la apertura al mundo de las ideas y la trascendencia.
Es inútil razonar con él porque ni ama a Dios ni al prójimo, pues Marina que solo cree en lo que se toca o en lo que “yo pienso”, nunc saldrá a la aventura del amor ni del enriquecimiento de su personalidad por el estudio y admiración de la belleza, de la sabiduría, de la amistad verdadera.
Para Marina Kant y los kantianos son nada menos que el “educador moral de occidente” (87). Lo cual le incapacita para entender a los jóvenes de cualquier edad, para los que lo único que vale la pena es enamorarse.
Marina la búsqueda de la sabiduría se ha vuelto psicología barata de consejos de autoayuda, hasta predicar la continencia en vez del amor como entrega generosa y “don de sí” a los demás: “llevado hasta sus últimas consecuencias, el hedonismo es invivible” (89).
José Carlos Martín de la Hoz
José Antonio Marina, La vacuna contra la insensatez. Tratado de inmunología mental, Ariel, Barcelona 2025, 350 pp.