Palabra de honor

 

Indudablemente algo grave ha ocurrido en España para que se haya producido un giro tan impresionante: en el siglo XVI se sellaba un acuerdo en Castilla con un apretón de manos y hoy en día hay que firmar veinte papeles para comprarte un vespino de segunda mano.

Precisamente, a la palabra de honor de un caballero se destina este magnífico tratado de Jorge Freire uno de nuestros mejores columnistas en la prensa de cada día. Con una prosa envidiable y una gran elegancia va repasando los matices más importantes de la cuestión de la palabra de honor.

San Josemaría siempre afirmaba que el compromiso en el Opus Dei era sencillamente “por mi honradez de cristiano”: no hacen falta votos, ni promesas, pues sencillamente bastaba con la fidelidad a la palabra dada: como dicen en Navarra “atan más papeles que cordeles”.

En definitiva, honra, honor y honestidad son tres términos castellanos, palabras con solera que están reflejando una nobleza de alma de siglos (17), propias de un alma honesta, con temple de cristiano (18).

Indudablemente que el ser hijos de Dios ha dotado a nuestra palabra de una solera muy especial. Como dice Freire: “la trascendencia de la palabra” (22): una persona de honor es una p9ersona de palabra (36).

Enseguida, pondrá en relación dos conceptos muy importantes; el de felicidad con el de dignidad (50, pues si uno pierde la dignidad ha perdido la felicidad: “más vale honra sin barcos que barcos sin honra” afirmaban los marinos españoles. Sin dignidad no se puede vivir y eso lo da la honra. Lo más importante es la reputación delante de un Dios que nos perdona siempre (57).

Asimismo, pondrá en paralelo la honra y la virtud: “Y de la unión de ambos principios nació la clemencia, como si el rigor de la espada y la firmeza de la palabra brotara a la postre, la magnanimidad de quien, pudiendo aplastar al enemigo, le otorga la gracia de la vida” (105).

Finalmente, nos recordará que “con la llegada del cristianismo, las nociones clásicas de heroísmo y virtud comenzaron a vestirse con ropajes más templados (…) La Iglesia proclamó la Paz y la Tregua de Dios” (113).

Terminaremos recordando unas palabras de Freire sobre el final del camino que conduce a la vida eterna, pues lleva al cielo y sobre la muerte como puerta que conduce a la eternidad: “la muerte nunca era el final del camino, sino la más alta consumación de la existencia” (131).

José Carlos Martín de la Hoz

Jorge Freire, Palabra de honor, CEU-San Pablo, Madrid 2025, 173 pp.