Agatha Rigby odia el instituto, odia no tener amigos y, sobre todo, odia los libros a causa de sus problemas con la dislexia. Sin embargo, tiene un deseo, y espera poder lanzárselo al cometa Halley una fría noche de febrero de 1986: quiere dejar de sentirse sola. Así, con el corazón latiendo al ritmo de las canciones de Bob Dylan y The Beatles, conoce al viejo librero de Valle Perdido, cuya librería esconde un pasillo muy largo y oscuro que la llevará hasta el chico de los bolsillos llenos de flores y al verano de 1939, antes de estallar la II Guerra Mundial.