El Jarama

Relato de las peripecias, durante unas horas de un domingo de agosto, de dos grupos de personas: unos jóvenes, proletarios industriales de la ciudad, que han ido de excursión al Jarama, y los clientes, trabajadores rurales, de una taberna cercana al río. El simultaneísmo de las escenas está resuelto con elegancia y maestría literaria. Esta obra fue galardonada con el premio Nadal en 1956.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2003 Destino
368
2000 Destino
365
2015 Debolsillo
472
978-84-9062-719
  • Encuadernación: Bolsillo
  • Idioma: Español
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Imagen de acabrero

Las vidas pasan en unas cuantas horas. Desde primeras luces de la mañana de un domingo veraniego, por la cantina de Mauricio van pasando diversos personajes. Algunos, como Lucio, no pasan, se quedan, casi sin darnos cuenta. Lucio está siempre y siempre aporta su visión de la vida, influyendo en los presentes con su sabiduría popular. Pasan jóvenes que quieren divertirse, pasar el domingo. Pasan viejos y no tan viejos, que no tienen otra cosa que hacer que tomar unos vasos de vino, y charlar de cosas intrascendentes, aunque quien sabe lo que es trascendente en la vida de estos hombres del pueblo. Y pasan las aguas del Jarama, que se erigen en protagonistas, no sólo porque muchos corren a refrescarse en el agua, si no porque al fin dictan la suerte de esas personas. Todo lo que ocurre, lo poquísimo que ocurre en el extrarradio madrileño en un domingo caluroso, aparece en estas líneas, con los pensamientos de aquellas gentes, sus intereses y sus vidas. Todo relatado por ellos, en minuciosos diálogos, en una novela larga donde apenas hay descripciones, sin salirnos del domingo. Y al final el autor consigue que el lector quede impresionado por la vida y por la muerte. Sin duda una novela imprescindible en la literatura española del siglo XX.

Imagen de amd

Premio Nadal 1955, la novela remite desde su título a una localización espacial que se erige como símbolo e interpretación del relato: el río Jarama. Un aforismo de Leonardo da Vinci abre la narración: “El agua que tocamos en los ríos es la postrera de las que se fueron y la primera de las que vendrán; así el día presente”. Esta anotación preliminar debe orientar la comprensión del lector de manera fundamental. Según algunos críticos, Leonardo expresa aquí la idea heraclitiana del eterno fluir de las cosas, de su dinamismo perpetuo perfectamente simbolizado por las aguas del río, cuyas notas elementales son la transitoriedad de su corriente y la eternidad e inmutabilidad de su curso. Y, en un segundo nivel, es posible hablar de la corriente fluvial como ciclo vital, el río de la vida en un continuo fluir en un monótono presente (“nuestras vidas son los ríos”, decía también Jorge Manrique).

A continuación, el primer párrafo es una descripción geográfica del río, procedente de una obra de Casiano de Prado (publicada en 1864),  que se ve
rápidamente interrumpida por el discurso narrativo, para concluir en el último párrafo del libro. Con esta cita literal, Sánchez Ferlosio sigue el ejemplo de John Dos Passos que comienza su obra “El paralelo 42” con un fragmento de la “Climatología americana” de E.W.Hodgings (Chicago, 1885); porque, siguiendo la teoría narrativa, cada lugar debe ser explicado empezando por su nombre, las características de su relieve, terreno, vegetación; y,
además, por un acontecimiento humano que explique y determine su significado: en el caso del Jarama, la batalla que allí tuvo lugar durante la guerra civil española.

De esta forma, “El Jarama” se convierte en un símbolo emblemático: por el concepto de río, por el nombre propio con sus connotaciones históricas, por la cita de Leonardo, y por el comienzo y el final  de la obra, que describen respectivamente nacimiento y desembocadura del Jarama, indicios todos ellos del sentido último del relato. La vida puede ser como una colmena, como una noria, como un río: símbolo literario de larguísima andadura, que en su incesante marcha conduce al desembocar “que es el morir” y, quizá por ello, se cobra al final entre sus aguas la vida de Lucita, la más inocente del grupo de jóvenes madrileños que intentan disfrutar de un domingo en plena naturaleza.

Así pues, el autor ha elegido un lugar y unos elementos poco convencionales para expresar la monotonía de unas vidas: un espacio al aire libre, el
contacto con la naturaleza, en verano, un domingo; todo ello debería crear un ambiente propicio para la diversión y el esparcimiento. Pero la
situación se ha llevado al límite para indicar que ni siquiera en este punto hay salida; es más, el final está marcado por la tragedia,
por la muerte, que es el auténtico final. El ansia de divertirse y de triunfar sobre el inexorable paso del tiempo trae como consecuencia la venganza
de los elementos, la “muerte niquelada”. Y el encargado de hacer justicia es el río Jarama, cuya progresiva transformación en el relato culmina en la personificación: el río conoce, distingue, elige y se manifiesta como elemento agresor, dotado de vida propia. 

 

Imagen de mgarregui

Una obra clave para aproximarse al behaviorismo en literatura, y un giro de estilo de golpe a raíz de un acontecimiento inesperado. Una novela que muestra que a veces somos seres completamente aislados de los demás, aunque estemos acompañados, y que hace falta que la muerte entre en nuestras vidas para que despertemos al mundo real.

Imagen de angela

El Jarama inagura una nueva época de la narrativa española incorporando a una historia de apariencia realista una técnica absolutamente realista. Once amigos madrileños deciden pasar un caluroso domingo de agosto a orillas del Jarama. A partir de ahí la acción se desarrolla simultáneamente en la taberna de Mauricio -donde los habituales parroquianos beben, discuten y juegan a las cartas- y en una arboleda a orillas del río en la que se instalan los excursionistas. Durante dieciséis horas se suceden los baños, los escozores provocados por el sol, las paellas los primeros escarceos eróticos y el resquemor ante el tiempo que huye haciendo inminente la amenaza del lunes. Al acabar el día, un acontecimiento inesperado colma la jornada de honda poesía y dota a la novela de una extraña grandeza.

Imagen de Ignacio SL

Unos jóvenes de excursión, un domingo, en bicicleta. El autor no nos lee el pensamiento de los jóvenes, no describe ninguna emoción interna. No hay ni un sólo "se quedó helado al oir esto". Sólo les oímos hablar a ellos, y así, tal como sucede en la vida real, su hablar descuidado es la única ventana que se nos abre a sus almas, enfermas de juventud.