La Iglesia, rostro de Cristo

En sus catequesis semanales desde el 15 de marzo de 2006 al 14 de febrero de 2007, el papa Benedicto XVI evocó las figuras de los doce apóstoles y de los primeros discípulos de Cristo, los santos y apóstoles Pablo, Esteban, Timoteo y Tito, Bernabé, Silas y Apolo, los esposos Priscila y Áquila, y las mujeres al servicio del Evangelio. Con el estilo sintético y asequible que le caracteriza, Benedicto XVI, a quien ya algunos llaman en Roma "el papa de las homilías", presenta el cristianismo como un "estar con Jesús", y por tanto la necesidad de conectar con aquellos a los que el mismo Dios encarnado eligió para que fueran "expertos en Jesús" y transmitieran el Evangelio. La tradición nos une –en la Iglesia y gracias a la sucesión apostólica– con esos primeros cristianos y cristianas a los que los apóstoles supieron transmitir una fuerza que transformó sus vidas y el mundo en que vivían. Tras la reflexión inicial sobre los apóstoles y la tradición, Benedicto XVI hace un ágil retrato de ada uno de ellos, con episodios de particular belleza, como el de la confirmación del primado de Pedro tras la resurrección. Termina evocando con familiaridad personajes de la primitiva cristiandad. Como es el caso de los apóstoles, aquéllos dan pie al autor para sacar punta ascética a las virtudes en que fueron ejemplares.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2007 Cristiandad
210
978-84-7057-508-2
Valoración CDL
4
Valoración Socios
3.5
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Vemos en esta obra a Pedro, el pescador, el apóstol, y la roca sobre la que descansa la Iglesia en la historia; Juan, el hijo de Zebedeo, el teólogo, y el vidente de Patmos; en Pablo, la  centralidad de Cristo, el Espíritu en nuestros corazones, y la vida en la primitiva Iglesia. Junto al resto de los apóstoles  conocemos también a Timoteo y Tito, Esteban el protomártir, los esposos Priscila y Áquila, o las mujeres al servicio del Evangelio. Vemos así actuando a los primeros discípulos en una Iglesia viva.

Como el lector puede suponer no ese tata de retratos sueltos sino de una galería preparada y edificada por Jesucristo al fundar su Iglesia, la comunidad
salvífica para todos los tiempos. Al comienzo de estas catequesis el Papa recuerda que la luz del Rostro de Cristo se refleja en el rostro de la Iglesia,
en primer lugar en María, reflejo puro de la luz del Señor resucitado. Después, a pesar de las limitaciones de los hombres, apóstoles y discípulos, ellos
llegar a ser instrumentos fieles que transmiten la buena nueva de la salvación al mundo entero. Aunque cada uno desempeña una misión todos ellos se sitúan dentro de la comunión de la única Iglesia de Cristo animada por el Espíritu. Este es el planteamiento, más general pero orientador, de los primeros apartados: la voluntad expresa de Jesús sobre la Iglesia con la elección de los Doce; los apóstoles testigos enviados de Cristo; el don y el servicio a la comunión. A continuación añade una sugestiva síntesis teológica sobre el sentido de la Tradición en cuanto comunión en el tiempo, la
Tradición apostólica, y finalmente la sucesión apostólica. El resultado de este planteamiento, junto con el retrato de cada apóstol, es una pequeña obra que Benedicto XVI, el Papa de las homilías, pone a disposición de los creyentes para meditar, haciendo referencias muy aplicables a nuestra vida de cristianos en la sociedad actual.

Como decimos, con un estilo sintético y asequible Benedicto XVI caracteriza a los apóstoles como expertos en Jesús, presentando el cristianismo como un estar con Jesús y dar testimonio al mundo. De ahí la importancia de conectar con los que le trataron tan de cerca y transmitieron el Evangelio. Y podemos ver que las dificultades actuales en un mundo secularizado y las soluciones de la fe son semejantes a las que tuvieron los primeros discípulos. De este modo las catequesis que el Papa nos ofrece iluminan nuestra realidad cristiana actual. El lector verá con más claridad que una de las grandes tareas de la hora presente es mostrar la íntima relación que existe entre Cristo y la Iglesia, porque es la misma ayer y hoy, capaz de iluminar a las personas y las culturas con la luz del Evangelio vivo. Es mucho, pues, lo que podemos meditar y aprender en esta sencilla, clara e interesante obra de Benedicto XVI.