Nicolae Steinhardt forma parte de la generación de entreguerras que ha dado a la literatura rumana nombres de talla internacional, como Eliade, Ionesco, Cioran o Ciorãnescu; en su caso, sin embargo, el reconocimiento le llegaría tras su muerte, con la publicación de El diario de la felicidad (1991), uno de los libros más leídos en Rumanía.
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El diario de la felicidad es una miscelánea de textos autobiográficos y reflexivos, cada uno encabezado por una fecha y un lugar, publicado con posterioridad a la muerte de su autor. En ellos se cuentan momentos de su estancia en la cárcel, así como de su vida posterior y anterior a los años que estuvo allí; y se formulan toda clase de comentarios sociales y literarios, así como de muchos textos bíblicos. En conjunto es un libro de memorias que tiene mucho de testimonio de una época: para Steinhardt está clarísimo que el comunismo es siempre igual: «vengativo. Mezquino. Apestoso. Barriobajero. Rencoroso. Devoto de la trinidad: odio, sospecha, envidia».
Aunque uno pueda no compartir todas las consideraciones del autor, resulta impresionante su capacidad argumentativa, su convicción y su alegría, como se aprecia en una de sus anotaciones claves, del 2 de agosto de 1964 a la espera de abandonar la cárcel: «En la pequeña celda de Zarca, solo, me arrodillo y hago balance. Entré en la cárcel ciego (con vagos atisbos de luz, pero no sobre la realidad sino interiores; iluminaciones que nacen de la propia tiniebla y deshacen la oscuridad sin disiparla) y salgo con los ojos abiertos; entré mimado y caprichoso y salgo curado de ínfulas, aires de grandeza y caprichos; entré insatisfecho y salgo conociendo la felicidad; entré nervioso, irascible, sensible a las minucias y salgo indiferente; el sol y la vida me decían poco, ahora sé saborear un trozo de pan, por pequeño que sea; salgo admirando por encima de todo el valor, la dignidad, el honor, el heroísmo; salgo reconciliado: con aquellos a los que he hecho mal, con los amigos y los enemigos, incluso consigo mismo».