Madariaga

Hubo intelectuales que sirvieron a la Segunda República española de forma no sectaria. La monarquía de Alfonso XIII se había desacreditado y estos apoyaron a la República como forma de gobierno y de convivencia. Al estallar la Guerra Civil y la revolución en el bando republicano también ellos tuvieron que salir de España para poner a salvo sus vidas. Entre otros se encontraba Salvador de Madariaga. Terminada la guerra Madariaga no quiso reconciliarse con el régimen del General Franco y desde el exilio, primero en Oxford y después en la localidad suiza de Locarno, desarrolló una intensa vida intelectual, criticó al Régimen que gobernaba en España e impulsó la idea europeísta desde una perspectiva política liberal. Después de la muerte de Franco Madariaga todavía vivió lo suficiente para pisar tierra española; tomó posesión de su sillón en la Real Academia de la Lengua, para el que había sido elegido en 1935 y que no pudo ocupar a causa de la guerra civil, y recibió múltiples distinciones y homenajes. Pudo ver aprobada la Constitución de 6 de diciembre de 1978, que dijo haberse leído "de cabo a rabo", dando así un ejemplo de ciudadanía. Falleció en Locarno el 14 de diciembre de ese mismo año.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
1991 Espasa-Calpe
310
mkt0003523490

subtítulo: ciudadano del mundo

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El político y escritor coruñés, Salvador de Madariaga fue más conocido en su época fuera que dentro de España. En el reinado de Alfonso XIII representó a España en la Conferencia Europea de Desarme, auspiciada por la Sociedad de Naciones, y regentó en Oxford la cátedra "Alfonso XIII" de lengua y literatura españolas. Con el advenimiento de la República fue elegido Diputado en las Cortes constituyentes por el Distrito de La Coruña. No siendo creyente se opuso, sin éxito, a incorporar a la Constitución republicana la política antirreligiosa, lo cual, efectivamente, contribuyó a envenenar la convivencia. Fue Ministro de Instrucción Pública y de Justicia en el gobierno centrista de Alejandro Lerroux y desempeñó diversos cargos diplomáticos. Consideraba que el Partido Socialista, con la revolución de Asturias de 1934, y Lluis Compayns, con su declaración unilateral de independencia de Cataluña, habían traicionado a la República. "Entre todos la mataron y ella sola se murió" –decía, repitiendo la frase célebre. Terminada la contienda se instaló en Oxford, realizó numerosas publicaciones y se relacionó con los principales líderes democráticos europeos. Defendió que las raíces de Europa estaban en Sócrates, por su defensa de la razón, y en el cristianismo, por su defensa de la igualdad de todos los hombres. Desconfiaba del carácter extremista de los españoles por lo que era partidario de una organización estatal que acentuase los aspectos jerárquicos; pero al mismo tiempo se proclamó federalista. Como tantos otros políticos que vivieron en el exilio, Madariaga llegó a desconocer bastante la realidad interior del país, y su vaticinio de que la dictadura iba a terminar con un baño de sangre resultó evidentemente erróneo. Su figura resulta muy atractiva como español culto, centrista y europeísta, aunque él mismo no siempre estuviera exento de contradicciones.