Opus Dei: Estructura y Misión. Su realiad eclesiológica

El debate teológico y ecuménico surgido con ocasión de la erección de los Ordinariatos personales para los grupos de anglicanos que desean la plena incorporación a la Iglesia Católica, ha impulsado al autor a indagar de nuevo y exponer de manera unitaria la realidad eclesiológica de la Prelatura personal del Opus Dei.
El libro que el lector tiene entre las manos es fruto de veinte años de estudio riguroso. El autor, partiendo de investigaciones suyas anteriores sobre la realidad eclesiológica del Opus Dei, vuelve a abordar el tema con un nuevo enfoque, mayor conocimiento teológico y el desarrollo de veinte años más de vida de una realidad apostólica que tiene su sitio auténtico en el Derecho Canónico y que se diferencia de otras realidades nuevas que van surgiendo gracias a la vida de la Iglesia.
Desde el año 1928 en que naciera la Obra, se ha trabajado mucho para ajustar su carisma fundacional a la vida y organización peculiar de la Iglesia. En ese tiempo también otras realidades eclesiológicas han ido surgiendo y evolucionando dando lugar a la Iglesia del siglo XXI. En ella el Opus Dei tiene un sitio propio que es el de estar “en medio del mundo”. Entender en toda su originalidad y profundidad lo que parece a primera vista tan sencillo es parte del objetivo de este libro, además, como siempre, de mostrar toda la riqueza de la Iglesia que no cesa de ser impulsada por el soplo del Espíritu.
El libro quiere ser una contribución al esfuerzo de teólogos y canonistas por presentar, en contexto ecuménico, la estructura fundamental de la Iglesia.
 

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2011 Cristiandad
168
978-84-7057-570-9
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3
Valoración Socios
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La publicación del Motu Proprio del papa Francisco Ad charisma tuendum, nos anima a repasar el libro de Pedro Rodríguez sobre la realidad eclesiológica del Opus Dei.

El autor señala la diferencia entre una Prelatura personal y las Iglesias particulares o Diócesis. Éstas son de derecho divino y están integradas por los fieles, los ministros ordenados y un Obispo que hace cabeza en ellas como sucesor de los Apóstoles. En una Iglesia local se integran todos los carismas o vocaciones, por ejemplo los religiosos o religiosas, y en ella se encuentran los medios salvíficos -los sacramentos- con los que cuenta la Iglesia para la salvación de las almas. Por el contrario, la Prelatura personal no abarca todos los carismas sino alguno específico "ad peculiaria opera pastorali perficienda" (para desarrollar una obra pastoral determinada). En el Opus Dei esa obra pastoral consiste en la difusión y realización del mensaje divino de la santificación de los cristianos en medio del mundo. No cabe, por lo tanto, que la Prelatura y las Diócesis interfieran entre si.

Resulta interesante referirse a la naturaleza de la Prelatura del Opus Dei. El autor niega su carácter asociativo y en ocasiones denomina a la Prelatura como agrupación; en otras - utilizando palabras del Fundador- una "convocación de hombres y mujeres" (pág.70); o también, en un sentido amplio, institución: Una institución surgida al amparo de los fines encomendados por Nuestro Señor Jesucristo a su Iglesia (pág.74). Añade que "la novedad institucional del Opus Dei hay que investigarla [comprenderla] desde la novedad del mensaje" (pág.73). El mensaje y la institución han sido queridos por Dios, pero la forma jurídica es de derecho eclesiástico.

La potestad del Prelado no es originaria -iure divino- sino recibida de la autoridad del Pontífice. Aun así, considera el autor que sus funciones son "de naturaleza episcopal" aunque no sea consagrado Obispo (pág.119): Prepara a los que serán sacerdotes de la Prelatura, otorga las cartas dimisorias necesarias para su ordenación, los incardina a tenor del Derecho y regula las relaciones entre éstos y los fieles laicos. Por otra parte, la relación del Prelado con los fieles de la Obra, con carácter general, tiene carácter pastoral y no jerárquico. Ello no obsta para que, de acuerdo con los Estatutos, pueda emanar normas internas y dictar resoluciones. Concluye el autor afirmando que si el Prelado es consagrado Obispo no cambia la naturaleza de la Prelatura ni su relación con los Obispos diocesanos (pág.121).

La pregunta fundamental que plantea el Motu Proprio Ad charisma tuendum es qué se quiere decir con "una forma de gobierno basada más en el carisma que en la autoridad jerárquica": ¿Se refiere al Prelado del cual se dice que "no será distinguido con el orden episcopal"? ¿Se refiere al presbiterio de la Prelatura cuando pone ésta bajo la jurisdicción del Dicasterio del Clero "en consideración de la preeminente tarea que en ella desempeñan los clérigos"? ¿Se refiere a la totalidad de la Prelatura como si cualquier autoridad en ella hubiera de ejercitarse de un modo carismático?

Comencemos por decir que el Fundador de la Obra era muy poco carismático; creía más en la formación y en la colegialidad de los órganos de gobierno que en la inspiración: "Yo soy un voto más" -diría en una ocasión (pág.134, nota 40).En segundo lugar, afirma Pedro Rodríguez que "los fieles de la Prelatura son el elemento sustantivo [principal] de ésta" (pág.104), por lo cual, lo que se pueda legislar acerca del Prelado y su presbiterio no debería afectar a la gran masa de los miembros del Opus Dei y a su vocación, sino que más bien debe ir dirigido a protegerla y custodiarla salvaguardando su unidad y secularidad.

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Antes que nada conviene recordar que, a pesar de la búsqueda durante décadas de una fórmula jurídica definitiva para el Opus Dei dentro del Derecho de la Iglesia, la realidad humana y eclesial de la Obra ha sido siempre la misma. Una parte de la Iglesia; un grupo de cristianos corrientes, hombres y mujeres, sacerdotes y laicos, solteros y casados, universitarios y trabajadores manuales, unidos por el deseo de cumplir la voluntad de Dios y santificarse en medio del mundo según el espíritu que recibió de Dios San Josemaría Escrivá.

Afirma don Pedro Rodríguez que al fundador le preocupaban dos extremos que podían verse afectados por el régimen jurídico del que se dotara al Opus Dei. El primero la secularidad. Debía quedar claro que los socios de la Obra no eran ni podían ser asimilados a los religiosos, que se separan del mundo para orar o trabajar por el Reino de Dios. En segundo lugar la unidad de la Obra. El Opus Dei cuenta con dos ramas separadas, una de hombres y otra de mujeres. A estas hay que añadir la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz que abarca a los sacerdotes, a los de la Prelatura y a los que no pertenecen a la misma. Sólo la persona del fundador y luego de sus sucesores, los prelados, podía unificar esa organización desigual de ámbito universal.

Prelado hace referencia a orden, prelación, jerarquía. Prelado es el primero de un determinado grupo humano con potestad jerárquica sobre el mismo. Hacía falta un Prelado que fuera superior para los sacerdotes, inspirador para los laicos y padre para todos. El Opus Dei –decía el fundador- no podía ser un convento ni un cuartel, sino una familia. El Concilio Vaticano II abrió esa posibilidad –Rodríguez lo explica muy bien- al contemplar de manera general las "Prelaturas personales para determinados fines apostólicos". Se denominan personales porque no están circunscritas a un territorio, sino que pertenecen a ellas personas de todo el mundo que se asocian voluntariamente sin cambiar su condición personal.

La Prelatura cuenta con un clero y una mayoría de socios laicos adscritos a la misma. La razón de existir de las Prelaturas está en un fin apostólico determinado aprobado por la Santa Sede dentro de los fines generales de la Iglesia, y que en el caso del Opus Dei es promover la santidad en medio del mundo y santificar las realidades terrenas: familia, cultura, economía (ver Conc. Vat.II, Const. Apos. "Lumen Gentium", sobre el Misterio de la Iglesia en el mundo). Los fines del Opus Dei no son distintos de los fines de la Iglesia en general y sólo se diferencia de otras instituciones católicas por los medios organizativos y espirituales que utiliza.

La Prelatura, como institución canónica, no es de derecho divino sino eclesiástico. No es cuestión de resumir aquí todas las observaciones que hace el autor al respecto. Su esquema es bastante sencillo, pero el lector tiene que estar familiarizado con los conceptos que se utilizan y enfrentarse a un lenguaje que, para mi gusto, es innecesariamente complicado.