El profesor

Después del impacto mundial causado por Las cenizas de Ángela (más de veinte millones de ejemplares vendidos en todo el mundo y un Premio Pulitzer), y de la confirmación de un talento literario excepcional con Lo es, Frank McCourt nos ofrece la última etapa de sus apasionantes memorias.

En El profesor nos habla de los treinta años en los que fue docente en un instituto de secundaria en Nueva York. El relato empieza cuando McCourt tiene 27 años e, instalado en Nueva York, inicia una actividad académica para la cual sus estudios universitarios no han acabado de formarle. En efecto, las realidades sociales en un entorno tan duro como el neoyorquino resultan difíciles de digerir por parte de este inmigrante irlandés.

Haciendo más caso a su intuición y a lo que le dicta su conciencia que a las directrices académicas, consigue despertar el interés de sus alumnos. Para ello, decide bajarse del pedestal en el que viven instalados la mayoría de profesores y se dedica a escuchar a sus alumnos y a aprender de ellos, poniéndose a su altura para conocer sus inquietudes, sus gustos y su forma de ver el mundo. Muchos momentos de humor, dramas y las típicas obsesiones de McCourt: su origen irlandés, su crítica ácida a los sacerdotes católicos que lo educaron represivamente y la salsa picante de comentarios sobre sexo.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2006 Maeva
296
9788415140474
Valoración CDL
2
Valoración Socios
2.5
Average: 2.5 (4 votes)
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Tercera novela autobiográfica del autor en la que describe sus treinta años como profesor. Continúa en el estilo sarcástico de sus otros libros, que incluyen sus comentarios negativos sobre la religión y el catolicismo. McCourt relata cómo enseña contando historias de su vida que captan la atención de sus alumnos, pero no muestra cómo integra sus historias para ayudar a los estudiantes a aprender y, por lo tanto, contribuye a la caricatura de los profesores que pierden el tiempo en clase en lugar de enseñar. Las memorias de McCourt dan una visión muy negativa de un profesor en las escuelas públicas de Nueva York y una visión cuestionable de su ética docente. Relata un incidente en el que, por ley, debería haber denunciado un presunto caso de abuso infantil, pero no lo hace.
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Después de la excelente impresión que me causaron "Las cenizas de Ángela" y "Lo es", de Frank McCourt, no quise arriesgarme con "El profesor". No podía ser tan bueno como los anteriores. Sin duda se trataba de una obra dirigida a explotar el éxito obtenido. Así pensaba yo en 2006. No obstante el verano está siendo caluroso y me gustaría tener alguna lectura fácil, refrescante. Un día entro en un locutorio que anuncia: "Se intercambian novelas". Tengo que traer otro libro y con ochenta céntimos de euro puedo hacerme con "El profesor" de Frank McCourt. El volumen aún lleva el precio de venta de 18 euros. Llevo un libro que encuentro por casa y que no he sido capaz de leer: "El corazón es un cazador solitario". ¿Es posible que lo haya comprado yo?

Después leo, por no decir que devoro, "El profesor". No. No es peor que "Las cenizas de Ángela". Es mucho mejor aunque ayude leerlos por su orden. El autor explica cómo ha conseguido dar clases de Literatura inglesa y Creación literaria durante treinta años, cinco horas diarias, en institutos de secundaria de Nueva York. Pienso que al menos a los profesores les debería interesar cómo McCourt ha motivado a sus alumnos de formación profesional, en clases nocturnas y barrios periféricos.

El primer objeto de estudio es el propio McCourt; un hombre marcado desde la infancia por la pobreza; un hogar sin padre y un colegio católico al que acude aterrorizado y siempre bajo la amenaza de la condenación eterna. Nadie le ha dicho nunca: "Dios te ama más que ese padre que os abandonó". Periódicamente repite: "Tengo la cabeza llena de ideas de Irlanda y el Vaticano". Es una provocación, de acuerdo. Pero ¿es que no vemos y oímos cada día en la televisión pecar contra los diez mandamientos y las tres virtudes teologales? "Dar razón de vuestra esperanza" –nos pide San Pedro. No es volviendo la espalda a ciertos improperios como aprenderemos a hacerlo. ¿Miedo? "Ni a Dios, que es nuestro padre".

Literariamente encuentro esta obra "cervantina". Entre Cervantes y la novela picaresca. Hay un humor subyacente en la burla que hace el autor de sí mismo. Tampoco queda muy claro –y esto es fantástico- cuándo el autor habla para sí mismo, cuando se dirige a sus interlocutores en el relato o incluso al lector. Los que han leído las obras anteriores de McCourt cuentan con una ventaja: En "El profesor" el autor nos ofrece el esqueleto de treinta años de docencia, sin perderse en detalles sobre su vida anterior, que ya da por conocidos. Alguna referencia somera y nada más.

El segundo objeto de interés en esta obra son los alumnos: Aulas interraciales, circunstancias de origen muy distintas, familias desestructuradas, etc. No hace falta ir a Nueva York a buscarlos, viven entre nosotros. Un libro espléndido por ochenta céntimos. ¡Dios mío!