El hombre que fue Jueves

Recrea con ironía el espíritu revolucionario de aquel entonces gracias a las aventuras de dos apuestos caballeros, miembros destacados de una sociedad secreta. Seguir sus pasos por un laberinto de intrigas a la luz de las farolas de Londres será como respirar el aire querido de un tiempo que no ha de volver.
 

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
1998 Losada
216
2013 Sekotia S.L.
290
978-84-940992-8
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4
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Género: 
Libro del mes: 
Julio, 2014

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Imagen de Ran

Estamos delante de una obra de una imaginación asombrosa, que critica y pone en tela de juicio el pensamiento de su época, con atisbos de perenne actualidad: el relativismo, la evolución (tal como se conocía entonces), el idealismo…, con una sutil ironía no carente de profunda intuición, típica de Chesterton.

Ante el anarquismo, y su afán de hacer la revolución, tratando de destruir todo: “destruir a Dios”, apela al buen sentir del pueblo; la revolución no es obra del pueblo llano, sino de intelectuales, filósofos, políticos…

Desenmascara la estrategia actual: no la clandestinidad, la oposición frontal, sino de manera “natural”, meridiana, a la luz del día para pasar inadvertidos y subvertir el orden actual, sustituyendo el amor por el odio.

Cuando en el capítulo final, donde los siete días de la semana, los siete días de la creación, se presentan con disfraces “que no disfrazan, revelan”; el autor va desentrañando el avatar de la humanidad: un festín total, una mascarada de la humanidad, donde cada uno de los personajes semeja una historia de amor distinta, una historia de amor seria y tierna…, Chesterton pasa a comentar las quejas de los personajes dando un aviso a los filósofos que “aman la luz original e informe”, en contraste con los poetas que buscan siempre “iluminar lo finito”.

Siguiendo la representación de este último acto, cuando presenta al hombre lo hace con una amplia sonrisa: la imagen de un optimista. Domingo, presenta a los siete personajes, como personas “que han amado con tanta tristeza, y luchado siglos de combate heroico…; yo fui, dirá, el que os envió al combate”; les habla de vocación: “oísteis una voz en la oscuridad que os ordenaba valor y una virtud antinatural…; todos la negaron: la tierra y el firmamento, toda la sabiduría humana la negó”. Domingo se presenta entonces como “la paz de Dios”.

Ratcliffe, le echa en cara que le parece estúpido que haya combatido contra sí mismo; el profesor no está contento porque no entiende nada; en cambio Syme, afirma estar contento y agradecido por la libertad de luchar, su alma y su corazón se gozan, pero en medio de esa tranquilidad y alegría su razón aún grita…

A continuación entra en escena Gregory: “yo soy el auténtico anarquista (al principio de la obra declara que su intención es destruir a Dios), pero me di cuenta que no odiaba nada tanto como a ti –lo dice en respuesta a la postura de Syme. Y expone un alegato de rebeldía contra todo: no puede perdonar su alegría, su paz, el orden, la ley…; sólo lo haría si pudiese sentir que habéis sufrido al menos una hora de agonía real…

La respuesta de Chesterton, en la persona de Syme, y como colofón de toda explicación, Syme, cree oír una voz distante de un texto que decía: “¿podéis beber el cáliz que yo he de beber?

Imagen de acabrero

La poderosa imaginación de Chesterton nos introduce en una historia rocambolesca en torno a la lucha de la policía inglesa contra una supuesta trama anarquista. Como es bien sabido, el autor no escribe ninguno de sus libros para entretener o para asombrar con un final magnífico. En sus escritos está siempre el ímpetu del converso, del filósofo que ha pensado mucho las cosas y que quiere transmitir verdades importantes al lector. Si alguien piensa leer a Chesterton como una novela policiaca, el final desconcierta. La relectura de esta como de las otras obras del escritor inglés depara muchas claves que nos llevan a su pensamiento, a sus preocupaciones, a transmitir algo relevante al lector. Relativismo, escepticismo moral, libertad, son temas que están por debajo de la trama sorprendente. Uno puede leerlo dos veces para entender a Chesterton o puede leer con esta advertencia, sabiendo que hay algo más que acción.

Imagen de genaro

Publicada en 1908, es una de las más conocidas –y a la vez más misteriosas- novelas de Chesterton. Syme, un inteligente y simpático poeta, entra a formar parte de un cuerpo especial de policía diseñado para combatir una nueva forma de anarquismo. Los anarquistas más peligrosos no son ya los utópicos románticos, sino un grupo de intelectuales que odian la vida, se odian a sí mismos y también a los demás. Por una serie de casualidades, Syme logra un puesto en la cúpula de la organización de este nuevo anarquismo, en la que se nombra a cada miembro con un día de la semana. Syme será el Jueves y tratará de impedir el doble asesinato del Zar y del Presidente de la República Francesa. Por todas estas páginas planea la temible figura del Domingo, en cuyas manos parecen estar los destinos de todos los personajes. Se suceden las escaramuzas, los equívocos, los golpes de efecto. Hay escenas apocalípticas que se disuelven en una pompa de jabón. Nace la sospecha de que existen otros intereses ocultos y de que las actividades de la sociedad son sólo una tapadera. La acción se funde con la filosofía, lo trágico con la comicidad de la vida. La misteriosa atmósfera que rodea la novela tiene que ver con todas las paradojas que envuelven la condición humana. Como dice Syme al borde de la revelación final, "el secreto está en que sólo vemos las espaldas del mundo. Sólo lo vemos por detrás: por eso parece brutal. ¡Si pudiéramos salirle al paso y verlo de frente...!". La particular lucha que Chesterton mantuvo contra el pesimismo toma aquí una forma extrañamente trágica, cargada de sentido.

Imagen de Germán

De todos es sabido que las apariencias engañan, así que a nadie extrañe que Gregory no sea el poeta bravucón e inofensivo que pretende, y que el flemático Syme también lleve sus cartas escondidas...

En el Londres fantasmagórico de principios de siglo, los policías son poetas y los anarquistas, poetas que se camuflan de lo que son, anarquistas. Aprovechándose de tanta confusión, Syme logra introducirse en una sociedad cuyos objetivos finales son la revuelta y el caos, y una vez adoptado el nombre de Jueves, se embarcará en una aventura fantástica donde la paradoja alcanza su grado sumo y el engaño se convierte en arte.