Nora Webster

Dicen que el dolor nos hace más fuertes, pero poco se cuenta del camino que hay que andar para armarse y seguir viviendo después de una pérdida que cambia para siempre nuestra manera de ver el mundo.

Nora es una mujer de cuarenta años que ha perdido a Maurice, el hombre que fue su marido y el padre de sus cuatro hijos. Viuda y con escasos recursos económicos, inmersa en el aire provinciano de una pequeña ciudad irlandesa a finales de los años sesenta, la mujer usa su inteligencia para mantener el hogar y gobernar ese amor que aún le queda y las emociones ambiguas que van asomando sin pedir permiso.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2016 Lumen
416
978842640262
Valoración CDL
3
Valoración Socios
4
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Imagen de acabrero

Una cierta perplejidad es el resultado final de la lectura de esta novela. Una historia en la que ocurren muchas cosas, y el lector a veces piensa que no pasa nada. Es el alma de una mujer que pierde a su marido y, junto a una cierta sensación de que todo sigue igual, van surgiendo todos los problemas de quien ha vivido totalmente unida a su marido, confiando en él, apoyándose en él, y ahora no está. “Si hubiera estado Maurice…”, es como la duda de fondo, el desequilibrio constante, la otra parte del matrimonio, que ahora está ausente. Una responsabilidad nueva -sobre todo en el modo de tratar a los hijos, cuatro- y una libertad nueva, pues va descubriendo riquezas de la vida, que la entusiasman, amigas nuevas, que no hubieran existido viviendo Maurice. El ambiente irlandés de los años sesenta, donde, entre otras cosas, muchas casas no tienen teléfono. El ambiente claramente católico, aunque un poco oficial. Una historia lenta, por lo tanto, no aconsejable para quienes necesitan acción, pero llena de sensibilidad y conocimiento del alma humana. 

Imagen de amd

Novela contemporánea, ambientada en los años sesenta en una ciudad de provincias irlandesa. Tal y como indica el propio título, la gran protagonista del relato es Nora Webster, una mujer normal (sin rasgos destacables) que, tras quedarse viuda después de más de veinte años de matrimonio, debe superar todo tipo de dificultades para sacar adelante su casa, a sus cuatro hijos y, sobre todo, a ella misma, “sola y vulnerable, llena de incertidumbre y de profunda agitación interior”. Poco a poco, se convertirá en una auténtica heroína que crece en cada página, capaz de superar todas las pruebas guiada por el sentido común: las necesidades económicas, la escasez de dinero, la vuelta a la actividad laboral, unida a la necesidad de seguir una vida normal, de cuidar a sus hijos, de mantener una estrecha relación con todos ellos, su preocupación especial por los sentimientos de cada  uno y por su forma de afrontar juntos la tragedia y el duelo.
Escrita en tercera persona omnisciente, pero focalizada en la figura de la protagonista, toda la acción se presenta fuertemente determinada por su presencia, por sus sentimientos, por sus pensamientos y sus evocaciones del pasado: desde su infancia, marcada por el dolor también a causa de la pérdida de su padre que condicionó su futuro (tuvo que dejar los estudios y comenzó a trabajar en unas oficinas). Así, la novela presenta una reflexión sobre diferentes momentos de su vida y los motivos que inciden en su comportamiento y en sus decisiones: la relación con su madre y con sus dos hermanas, con su tía Josie, con los hermanos de su marido, con sus vecinos en “una ciudad donde todo el mundo la conocía y donde todos sus años venideros estaban trazados” (p.38).
Narrada con un ritmo lento, probablemente intentando que el tiempo pase y que vaya curando las heridas y los sentimientos de extrañeza, de furia, de odio de los personajes; llama la atención del lector el lenguaje sencillo y preciso, la narración suave, las descripciones breves y los abundantes diálogos que dan un gran dinamismo al texto.
El autor, que considera esta como su novela más personal, ha escrito un espléndido relato de notable calidad, con un elenco de personajes iluminados por la compasión, la ternura y la esperanza, especialmente de Nora que, a través de diversas actividades (como la Música), debe hacer un gran esfuerzo para no encerrarse en sí misma y en su pena: “No hay mejor cura que cantar en un coro. Para eso creó Dios la música” (p.266).