Acción de España en América

Compendio de la presencia española en América, desde el Descubrimiento hasta la Revolución francesa.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
1958 AHR
305
mkt0003627611

Subtítulo: 20 naciones. Obra descatalogada.

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El estudiante español, en general, conoce poco sobre la historia de América española. Dos profesores de Historia de los Descubrimientos presentan una síntesis sobre la acción de España en América. Sin excluir los conceptos de "descubrimiento", "conquista" y "colonización" los autores se interesan por la influencia cultural y de civilización de España en América.

A la llegada de los españoles el continente ya había sido descubierto, conquistado y colonizado por pueblos llegados desde Asia, y en 1492 vivían en él varios millones de seres humanos. No se trataba de un espacio vacío. Existían en él dos imperios predominantes -azteca e inca- que se habían impuesto a otros pueblos y contaban con civilización y cultura propia. Lo que supone la colonización española para los pueblos americanos es un salto vertiginoso en la historia; prácticamente desde la Edad de piedra a la Edad Moderna. Era inevitable que sociedades que no conocían la rueda o la pólvora se mostrasen indefensas ante una civilización técnica y organizativamente superior. Lo más interesante del libro es precisamente la evolución del continente americano desde tierra conquistada -un concepto medieval- a Provincias españolas de Ultramar: sociedades con idiosincrasia, economía y cultura propias.

Sobre el origen de este mestizaje cultural los autores señalan el papel de los religiosos. Ellos aprenden las lenguas indígenas y enseñan a los indios el castellano. Los centros de enseñanza en América se multiplican y los religiosos obtienen de la Corona la fundación de Colegios para hijos de los caciques indígenas donde les enseñan... ¡latín! Es divertida la anécdota de una expedición española que se interna en el continente para alcanzar tierras nuevas y acaba encontrándose con indios, vinculados a otros centros de poder español, que les hablan correctamente en castellano. También resulta encantadora la descripción de una alta dama criolla, educada por amas y criadas indígenas, que se expresa fluídamente en guaraní pero tiene dificultades con el castellano.

La evolución ideológica desde la edad media al enciclopedismo, se produce simultánemente en la Península y en América, y muchas veces son los clérigos los que introducen allí los conceptos de Patria, autogobierno e igualdad. De igual modo llegan a América las modernas doctrinas económicas o las tendencias artísticas y literarias. Existe una gran permeabilidad cultural entre ambas orillas del Atlántico. El libro apunta la cuestión de las diferencias sociales entre peninsulares, criollos (descendientes de españoles nacidos en América) y mestizos. Dado que los nombramientos para los cargos oficiales y eclesiásticos se hacían en la Península, recaían siempre en peninsulares -frecuentemente nobles- y los criollos se sentían injustamente tratados. Es una de las causas del movimiento independentista.

La parte más desagradable del libro es la exposición sobre la piratería y los esfuerzos de Francia, Inglaterra y Holanda por introducirse en el Nuevo Mundo. Como dijo Luís XIV a un embajador español: "Muéstreme el testamento de Adán en el que adjudica América exclusivamente a Castilla". Además de europeos e indígenas hay un tercer actor en la colonización que está ahí pero del que apenas se habla, es la raza negra africana introducida en régimen de esclavitud. Una injusticia histórica que, sin embargo, ha contribuído a configurar la América actual. Con carácter general los descendientes de esclavos africanos están mejor integrados en las nuevas sociedades que los restos de las poblaciones indígenas.

Aunque los autores no dejan de citar el papel de los "indios" como pueblos conquistados y en ocasiones exterminados, no cabe duda de que el complemento de esta obra sería una historia de esos pueblos desde los orígenes hasta nuestros días. Por poner un ejemplo: México, donde la población de origen autóctono es mayoritaria, no ha tenido más que un presidente indígena que fue Benito Juarez; todos los demás han sido y son de origen europeo. Ello hace que los movimientos indigenistas busquen identificarse con los antiguos aztecas, lo que culturalmente es absurdo. Es como si los españoles quisiéramos identificarnos culturalmente con los iberos, primitivos ocupantes de la península. Esto demuestra cómo la unidad racial y cultural de los países americanos todavía no es completa.

El libro se lee bien y es interesante para lectores aficionados a la historia.