El blog del Inquisidor

El narrador de esta historia cuenta que ha traducido y editado las conversaciones, halladas en un blog, entre una historiadora y un inquisidor. Este personaje, que vivió en el siglo XVI e instruyó la acusación de herejía a unas monjas, usa un lenguaje actual al conversar con la historiadora. Entre ambos surge la amistad, y ella le cuenta sus problemas amorosos.
En el blog y en las búsquedas de documentos por parte del editor y de la historiadora se reproduce un remedo del lenguaje de los personajes de esa época. La estructura de la novela se tambalea cuando se deja a un lado el proceso de las monjas, acusadas de herejía, de posesión diabólica y de tratos deshonestos con el confesor, para tratar el melodrama de la chateadora, que también carece de cualidades literarias y no llega ni a entretener. El tema del proceso inquisitorial es la base de una crítica a la religión católica y a sus ministros, y carece de verdad histórica. Se muestra a un inquisidor falto de fe y ambivalente, pues tan pronto está en su papel como se censura a sí mismo, siglos después. Tema muy manido en la literatura y que Silva lo usa de modo repetitivo y con poca efectividad. La fusión en un personaje de su condición de inquisidor con la de escritor de blogs no resulta nada convincente. Reseñas Fundación Troa

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2010 Booket
256
978-84-233-4182-5
Valoración CDL
2
Valoración Socios
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Al comenzar la lectura de esta novela yo también pensé que me encontraba ante una historia sobre la Inquisición española -herejes, alumbrados y conventos-, pero no es así, o no es así del todo. En "El blog del Inquisidor" hay dos relatos diferentes y el más importante está constituído por un conjunto de reflexiones noveladas sobre crisis matrimoniales y de pareja.

Como introducción a dichas reflexiones el autor utiliza una anécdota histórica sucedida en Madrid, en 1630. En ese año la Inquisición procedió contra Doña Teresa Valle de la Cerda, superiora del convento benedictino de la Encarnación de San Plácido, y contra el capellán del mismo, fray Francisco García Calderón (ver Menéndez Pelayo, Heterodoxos, BAC, vol.II, pág.203). Se les acusaba de herejía y actos deshonestos. El inquisidor fue el Pbro. D.Diego Serrano, y tanto el capellán como la religiosa fueron condenados. Después de diez años de penitencia y por orden de sus superiores, Dª Teresa Valle recurrió la sentencia, fue absuelta y repuesta como superiora de San Plácido.

Lorenzo Silva utiliza estas tres figuras -el capellán, el inquisidor y la religiosa- como símbolo de tres actitudes distintas ante los errores que se cometen. a) El capellán: No tiene escrúpulos para infringir las normas, pero cuando llega el momento del castigo, por miedo, está dispuesto a confesar lo que le pidan y a humillarse cuanto haga falta. b) El inquisidor: Se sabe tan pecador como aquellos a los que juzga, pero mantiene su apariencia de impecabilidad aunque por dentro se aborrece a si mismo. c) La superiora: Reconoce que ha sido engañada y que posiblemente ha cometido equivocaciones, pero acepta el castigo y, después de hacer penitencia, recurre y es absuelta.

Aquí comienza el segundo relato en el que el autor nos presenta a dos internautas que se han conocido a través de la red. Ella se llama Theresa y de él no se nos dice el nombre, pero lo conocemos como Inquisidor. Tratan sobre sus relaciones sentimentales fracasadas. El Inquisidor piensa que ante el fracaso de una pareja caben tres actitudes; la primera dejarse aplastar como un gusano, sin reflexionar sobre la parte de culpa que pueda tener la otra parte; y aquí quiere establecer un paralelismo con el capellán de la Encarnación. La segunda posibilidad consiste en no perdonarse a uno mismo pero tampoco a la contraparte; actitud que recuerda al juez de la Inquisición. Por último está la opción que el autor atribuye  la religiosa: admitir sus errores y las consecuencias que se derivan de ellos, no juzgarse a si misma ni a los demás, levantar la cabeza y seguir adelante.

Se trata de una novela de tesis, posiblemente autobiográfica. El autor de la sinopsis no ha advertido que se trata de dos historias y de personajes distintos: uno es el inquisidor de 1630 y otro el internauta al que conocemos como Inquisidor. El blog al que se refiere el título de la novela corresponde a este último. Y es que la mezcla de las dos historias, una real y otra imaginada, produce confusión en el lector.