Diario de un cura rural

En esta novela, escrita en forma de diario, el autor explora la conciencia de un sacerdote católico que es consciente de su falta de brillantez personal, y estudia sus reacciones ante distintas situaciones, hechos y circunstancias.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
1999 Encuentro
288
84-99-2000-88

Original de 1936.

2009 Encuentro
286
978-84-9920-008
Valoración CDL
3
Valoración Socios
3.571428
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La primera parte del "Diario de un cura rural" es casi un monólogo que nos permitirá conocer al sacerdote. Puede ser un poco aburrida, pero en ella nos damos cuenta de lo bien que escribe el autor. En las partes segunda y tercera el relato se agiliza y descubrimos que Bernanos también tiene muy buena mano para los diálogos.

La novela trata sobre un sacerdote que ha sido nombrado para su primera parroquia. El hecho de que el autor no nos facilite su nombre pone de relieve el anonimato en el que transcurrirá su labor. Estamos en Francia, en una localidad del medio rural con su pequeño conde y un médico mayor a quien los pacientes han abandonado. El sacerdote tiene planes ambiciosos para la parroquia pero descubrimos que es un hombre inseguro, que tropieza en todos los escollos: desde el sacristán a la sirvienta, desde la catequesis de niños a la familia del conde. Es especialmente vulnerable ante las calumnias, pero también hay gente que le aprecia (aunque no lo manifieste públicamente) al verle tan solo y desprotegido. Bernanos también pone de relieve la eficacia oculta de su actuación de la que el sacerdote ni se da cuenta.

El lector puede preguntarse qué sentido tiene una novela con los pensamientos de un cura de aldea. Los motivos son dos. El primero es que Bernanos estudió en un Seminario y es lógico que reflexionara sobre la vida sacerdotal y sus dificultades; tiene algo de autobiográfica. El segundo motivo es que en el tiempo en el que se publicó esta novela los sacerdotes eran el símbolo eclesial por naturaleza (los Obispos y el Romano Pontífice eran como los ángeles) y el resto simples fieles que miraban con lupa la vida de su cura. Hoy todo eso ha cambiado; todos somos Iglesia y tenemos responsabilidades en ella.

Nuestro hombre es nervioso, algo incomprendido por sus colegas más graves. Uno de ellos, que le aprecia, le da un buen consejo: "Trabaja, haz pequeñas cosas un día tras otro. Las pequeñas cosas no parecen nada pero dan la paz" (pág.168). La novela tiene un final imprevisto donde encontramos aquella frase que se cita en ocasiones sin que sepamos bien cuál es el significado que quiso darle su autor: "¡Qué más da! Todo es ya gracia".