Confesiones de un converso

Robert Hugh Benson (1871-1914) fue hijo de Erward Benson, Arzobispo de Canterbury y máxima autoridad espiritual de la Iglesia Anglicana, y siguió la vocación de su padre.

Ejerció nueve años como clérigo anglicano hasta que, en 1903, se incorporó a la Iglesia Católica movido por sus inquietudes teológicas y pastorales. Vivió diez años como sacerdote católico y fue capellán de Cambridge hasta que murió, prematuramente, en 1914.

En "Confesiones de un converso" narra sus sufrimientos y su viaje espiritual hasta llegar a la Iglesia Católica.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2008 Ediciones Rialp
124
84-321-3188-2

Original de 1912.

Valoración CDL
3
Valoración Socios
3
Average: 3 (1 vote)
Interpretación
  • No Recomendable
  • 1
  • En blanco
  • 2
  • Recomendable
  • 3
  • Muy Recomendable
  • 4

1 valoraciones

3

Libros relacionados

Comentarios

Imagen de enc

El de Robert Hugh Benson fue un caso más de un anglicano que se incorporó a la Iglesia Católica para mantener su fe anglocatólica. Sacerdote piadoso, próximo a la high church, Benson se preocupó por la coherencia doctrinal de su Iglesia y su evolución doctrinal desde la separación de Roma en el siglo XVI.

Benson ama y practica los sacramentos, el cuidado de la liturgia y la devoción privada, pero recuerda que en los tiempos de la reina Isabel los que creían lo mismo que él eran tachados de papistas, y que objetos como el rosario se consideraban amuletos.

"Yo era ministro de una Iglesia -escribe- que parecía no tener criterios claros y únicos". "Un punto esencial: la Penitencia. Yo ignoraba si estaba permitido enseñar que era indispensable para obtener el perdón del pecado mortal. Todos los Obispos lo negaban e incluso algunos negaban el poder de absolver" (pág.75).

Los fieles de la Iglesia Anglicana -continúa- vivían y morían ignorando verdades emanadas del Evangelio "no por negligencia propia, sino por la falta deliberada de enseñanza por parte de hombres acreditados como ministros, entre ellos yo mismo" (pág.77). "Cada vez veía con más claridad la necesidad de una autoridad que interpretera y actualizara el Magisterio" (pág.76), y ésta no podía ser otra que la del Romano Pontífice.

"En la Iglesia católica -afirma- no hay disparidad de criterios en materia de fe" (pág.114); "aunque un sacerdote sea descuidado, indolente o incluso laxo en sus opiniones personales, su rebaño conoce todo lo necesario para la salvación y el modo de alcanzarla" (pág.77).

Y una vez dentro de la Iglesia Católica, Benson escribe: "Quienes desvirtúan -aunque sea de buena fe- las enseñanzas de la Iglesia no pueden representarla" (pág.71); y añade que "algunos intentarán seguir siendo católicos de nombre, pero absolutamente anticatólicos en el espíritu" (pág.115).

Todo esto lo hemos vivido en las últimas décadas e incluso hoy: el descuido de la liturgia, de la devoción privada y de la vida sacramental, especialmente del sacramento de la Penitencia; y también la figura de los llamados teólogos que enseñan doctrinas incompatibles con la fe sin ser desautorizados.

Para lectores formados en la recta doctrina católica.