La espía

Mónica Martín, refugiada rumana en Francia, es acusada por la policía de haber entrado en el país con documentación falsa. La identifican como Elena Skripka, hija del que fue Primer Ministro rumano, ya fallecido, acusado de crímenes contra la humanidad.

El contraespionaje francés supone que Elena Skripka sólo puede haber llegado a Francia como espía; debe ser expulsada del país junto con su hijo recién nacido.

Mónica niega que ella sea Elena Skripka y los investigadores acuden a Virgil Gheorghiu, sacerdote ortodoxo rumano exiliado en Francia, para que testifique sobre la posible identidad de la refugiada. Corría el año 1970.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
1973 Luis de Caralt
358
978-84-217-2693-5

Original francés en 1971.

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La espía es una novela extraña, en la que el autor es también protagonista. Gheorghiu -sacerdote ortodoxo y poeta- la escribió en Francia movido por su enemistad hacia el comunismo y la Unión Soviética. Estos tuvieron aherrojada a Rumanía hasta 1989 y a una parte de su población en el exilio. La novela tiene un doble aspecto: autobiográfico y crítico. El autor no sólo critica a la URSS sino también a los Estados Unidos, las costumbres de la juventud -está reciente mayo del 1968- e incluso las nuevas tendencias religiosas.

En el aspecto autobiográfico el autor se recuerda a sí mismo durante la infancia como alumno de una escuela militar. Hijo de un sacerdote de la Iglesia ortodoxa rumana, le mueven sentimientos poéticos y cristianos. Más tarde le encontraremos ordenado sacerdote y residente en París. Conoce el mundo de los exiliados y, a través de ellos, todo lo que pasa en su país, más allá del telón de acero.

En el aspecto crítico se refiere a la vida dentro de los países comunistas. Escribe: "En ninguna parte de la tierra, en ningún país capitalista, los obreros viven una existencia más dura que allí donde manda el Partido Comunista" (pág.270). Imagina que "Carlos Marx, Engels y los otros filósofos que soñaron con hacer una sociedad mejor vuelven a la tierra para pedir que se quemen sus libros, porque los que han puesto en práctica sus teorías lo han hecho todo al revés" (pág.335).

Dibuja a los dirigentes del Partido Comunista como una casta separada -hasta físicamente- del pueblo. Multimillonarios, no tienen más que una obligación: obedecer las órdenes que les llegan de Moscú. "Se suprimen las clases sociales -concluye- y se instauran las castas" (pág.335). Gheorghiu sabe que el imperio soviético desaparecerá como lo hicieron antes tantos otros y exclama: "Lo que perdura de los imperios sepultados son las obras del espíritu: Homero, Eurípides, Pascal, Shakespeare, Tácito, Séneca, Cicerón..." (pág.180).

Gheorghiu es crítico con la perdida de valores morales que observa en Occidente. Lo denomina el mal americano y nosotros, con la perspectiva que da el paso de los años, lo titularemos nihilismo moral. El autor escribe después de mayo de 1968, en París, cuando los estudiantes han ocupado La Sorbona. El autor se burla de ellos y señala que han declarado la guerra a la ropa y a los peluqueros (melenas, barbas y desnudez). Se oponen a toda autoridad a la que responden con la violencia y rinden culto a la música salvaje, al sexo sin trabas y a las drogas. Lo quieren todo ya y sin esfuerzo.

Mientras el virus americano los ataca -el nihilismo moral, recordémoslo- "los pueblos civilizados se hallan absorbidos por la polución de los mares, de los océanos, de los ríos y de la atmósfera. (...) No tienen tiempo para preocuparse de la polución de los cerebros, de las almas, los corazones, las costumbres, los sentimientos y las ideologías" (pág.91). "Cuando el hombre, rey de la creación, está en peligro -concluye- resulta ridículo ocuparse de los conejos y de las ranas".

Por lo que hace a las tendencias religiosas, Gheorghiu se ve a sí mismo como un sacerdote tradicional unido al sacerdocio de Cristo: "Ser sacerdote -escribe- es asumir la misión divina de salvar a los hombres para la eternidad" (pág.320). Distingue la salvación que vino a traer Jesucristo de los auxilios que puede prestar el sacerdote movido por la caridad: Enseñar al que no sabe, dar de comer al hambriento, etc. Ghiorghiu es delicado al tratar la cuestión, pero escribe después del Concilio Vaticano II,  cuando algunos pretendíeron una visión antropocéntrica de la misión de la Iglesia.

En conclusión, como novela La espía vale poco, el autor incluye demasiados personajes, demasiados sucesos y escenarios, a parte de la rareza de incluirse como protagonista, pero ideológicamente sigue vigente. De forma especial en lo que el autor denomina impropiamente el mal americano y nosotros nihilismo moral. Es de suponer que la filosofía europea haya tenido algo que ver con el mismo.