La Iglesia arde

¿Está viviendo la Iglesia católica una de sus peores crisis a nivel mundial? ¿Se enfrenta realmente el cristianismo a un problema de vocación religiosa? ¿De qué manera nos afectaría su desaparición? ¿Cómo puede resurgir un clero envejecido, con una estructura masculina anclada en el pasado? Una serie de preguntas que inquietan incluso a quienes observan el cristianismo y la Iglesia católica desde el exterior. Para Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de Sant'Egidio y prestigioso historiador del mundo contemporáneo y de las religiones, crisis no significa necesariamente final, sino una oportunidad para abrirse al futuro, para renacer, sabiendo que el gran riesgo consiste en contentarse con sobrevivir o en añorar un pasado que se cree mejor. Hoy, la Iglesia está llamada a una condición de lucha, esta vez no contra enemigos externos, sino contra la indiferencia y el descrédito. Un libro de impagable lucidez sociológica, valiente y polémico, que apunta directamente sobre los pecados cometidos por la Iglesia en la segunda mitad del siglo pasado y en el primer cuarto del siglo XXI. 

Reseña del Editor

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2021 ediciones arpa
278
9788418741272

Subtítulo: La crisis del cristianismo hoy, entre la agonía y el resurgimiento.

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Comienza el autor estableciendo un paralelismo entre el incendio de la catedral de Notre-Dame de París y la crisis del catolicismo en el mundo: una Iglesia que arde. Andrea Riccardi (1950), catedrático de Historia Contemporánea y de las Religiones, afirma que "la crisis de la Iglesia me interroga y me apasiona" (pág.19). En consecuencia, aborda un estudio sociológico sobre la evolución de la Iglesia católica después de la Segunda Guerra Mundial.

Ya en 1947, el Arzobispo de París, cardenal Suhard, hablaba de la descristianización del mundo y del desapego de las masas "que ven a la Iglesia católica como algo del pasado" (págs.32-33). Señala Riccardi cómo la crisis no ha afectado solo a la Iglesia sino también a la sociedad civil y al mundo en general. Las sociedades y la cultura occidental han adoptado los valores de la secularización y el bienestar económico como objetivos. Por otra parte, en mayo de 1968 se produce la quiebra del principio de autoridad a todos los niveles: educativo, familiar y social; la cultura se impregna de relativismo e indiferencia, y la familia pierde su valor para ser sustituida por el sexo, la sexualidad.

La crisis de la Iglesia se manifiesta con toda su fuerza a partir del Concilio Vaticano II. Así lo veía S.S.Pablo VI cuando dijo: "Pensábamos que tras el Concilio llegaría un día soleado para la historia de la Iglesia, pero llegó un día nublado, de tormenta, oscuridad, búsqueda e incertidumbre" (pág.21). El autor hace un balance muy negativo sobre la evolución en números de la Iglesia católica en Francia, Italia, Alemania y España, después de la asamblea conciliar. Se fija para ello en el descenso del porcentaje de ciudadanos que se declaran católicos, dentro de éstos los que son practicantes, así como en la pérdida de vocaciones sacerdotales y religiosas.

"¿Hay futuro?" - se pregunta a sí mismo Riccardi. A pesar de lo desordenado del texto, podemos fijarnos en tres recomendaciones que han realizado los últimos papas. En primer lugar la necesidad de llevar el cristianismo a la cultura. San Pablo VI, en la encíclica Evangelium nuntiandi, señalaba cómo "la ruptura entre Evangelio y cultura es el drama de nuestro tiempo" (pág.151). Después, Juan Pablo II desarrollaría esta idea: "Una fe que no se hace cultura es una fe no aceptada plenamente". Por último Bergoglio, sigue a Bojtyla cuando señala cómo "una fe que no se hace cultura no es una fe verdadera" (pág.151).

Hay que pensar que hacer cultura está en manos de todos; depende de los libros que llevemos a casa, de las experiencias que compartamos con nuestros hijos, los ambientes que frecuente la familia o el modo que tengamos de relacionarnos con los que nos rodean. Cuando se vive la fe ésta genera su propio ambiente. Lo decía S.S.Juan Pablo II: "Todo puede cambiar. Depende de cada uno de nosotros. Todos pueden desarrollar su potencial de fe, de rectitud, de respeto por el prójimo, de servicio a los otros" (pág.156).

La segunda recomendación que extraemos del texto es la de vivir el cristianismo en comunidad: "Comunidades más que catolicismo de masas" (pág.40) -pide el autor, siguiendo a Benedicto XVI. En este sentido, Riccardi repasa el papel de las parroquias: "La geografía territorial [debe] ceder el paso a la geografía humana" -opina. Menciona los nuevos movimientos y su encaje en las instituciones, la necesidad que tienen los fieles del sentimiento de pertenecia: "Casa y escuela de comunión" -dirá san Juan Pablo II de la comunidad cristiana-. Y Riccardi vé a estas comunidades como "espacios de encuentro espiritual y carismático... una red de contacto humano en el desierto de la soledad" (pág.221).

La tercera idea es la de la santidad. No es que Riccardi la desarrolle especialmente, pero al menos la menciona. Invocando a un autor ortodoxo escribe: "Los santos desempeñan una función social, que consiste en ser una encarnación viva de los más altos valores -bondad, amor, espiritualidad- de una determinada sociedad" (pág.245-246). A la presente generación -señala el autor- "nadie la ha enseñado a desarrollar el sentimiento de la trascendencia, de la invocación, de la criaturalidad [la filiación divina], de la oración y la comunidad" (pág.123). En realidad han sido varias generaciones, no solo una, las que han sido educadas en el materialismo y el culto a la técnica.

A pesar de lo dicho, el libro es desordenado y toca cuestiones sin importancia, incluso chismes, o asuntos sobre los que el autor carece de competencia, como pueden ser el papel de la mujer en la Iglesia o la ordenación de sacerdotes casados -los viri probati-. Toca demasiadas cuestiones sin profundizar en ellas. No creo que valga la pena gastar tiempo en la lectura de este libro, aunque las ideas que contiene sean fundamentalmente correctas. Abunda en citas de autores desconocidos -por ejemplo cita a Unamuno en La agonía del cristianismo-, pero se remite, sobre todo, a la doctrina de los últimos pontífices y ahí evidentemente acierta.

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Un estudio sereno y profundo sobre la situación del cristianismo en el mundo actual y las profundas reacciones sobrenaturales que está provocando el Espíritu Santo. Leer artículo >>