Lo pequeño es hermoso

Ensayo del economista católico Ernst F. Schumacher (1911-1977) en el que impugna la producción, el mercado y el beneficio como criterios motores de la economía, y coloca las necesidades del hombre -de cada hombre- en el centro deseable de la actividad económica: el trabajo creador, la sostenibilidad del esfuerzo económico y el respeto por la naturaleza.

Denuncia el consumo como finalidad de la vida del hombre, más allá de lo que es necesario para llevar una vida digna, y pide una tecnología que no esté centrada en multiplicar las necesidades y en beneficio de unos pocos. Es excelente la parte que se refiere a la educación en valores.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
1983 Orbis
320
978-84-7530-213-0

Original de 1973.

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El ensayo de E.F.Schumacher es tan denso en ideas que resulta difícil de resumir. El autor propone centrar la actividad económica en el bienestar común, mediante la introducción de unos valores que dejen la producción de bienes en segundo plano y pongan en primer lugar las auténticas necesidades de los hombres.

Publicado en 1973, el libro reúne conferencias impartidas por el autor en la década de los sesenta. Sorprende la clarividencia de Schumacher cuando advierte sobre problemas tales como el agotamiento de los combustibles fósiles y las materias primas, la contaminación del medio ambiente o los riesgos del gigantismo empresarial que conduce al monopolio. Todos estos problemas se han materializado cincuenta años después, cuando hemos adverido los cuellos de botella que suponen para la economía mundial la subida de los precios del petróleo, del gas, de la electricidad, y el riesgo de ponerse en manos de proveedores dudosos como han sido en determinados momento los países del Golfo y hoy son Rusia o China.

El autor advierte que economía, la ciencia y la tecnología no responden a la pregunta sobre el sentido de la vida del hombre sobre la tierra y se fija en problemas que en principio no deberían ser económicos pero que pueden estar emparentados, como es el vacío existencial y sus consecuencias: Crimen, drogas, vandalismo, desequilibrio mental, rebeldía,... (pág.20), e incluso la guerra, provocada por la envidia y la codicia. Citando a Gandhi, Schumacher se burla de aquellos "sistemas tan perfectos que nadie necesita ser bueno" (pág.pág.24) y denuncia las generaciones educadas "sin instrucción moral de ningún tipo" (pág.102).

"La codicia y la envidia -en suma el materialismo- destruyen la inteligencia, la felicidad, la serenidad y la tranquilidad del hombre" (pág.32). Advierte como "lo que eran lujos para nuestros padres han llegado a ser necesidades para nosotros" (pág.33) y que crearse necesidades es lo contrario de la sabiduría. Vuelve a citar a Gandhi cuando decía que "es más probable que la tierra proporcione los medios para satisfacer las necesidades de cada hombre, pero no la codicia de cada hombre" (pág.33). Concluye afirmando que tener lo suficiente es bueno, y más de los suficiente malo (pág.307)

Es excelente el apartado (págs.83-104) dedicado a la educación. Ahora que escuchamos el mantra de una educación de calidad sin saber bien qué significa, el autor nos advierte que "la ciencia y la ingeniería producen el saber cómo, solo falta saber qué hacer con nuestras vidas" (pág.84). Propugna la educación como transmisión de ideas y valores que presenten el mundo y nuestras vidas de un modo inteligible" (pág.86). El autor cita a Ortega y Gasset cuando decía que "no podemos vivir a nivel humano sin ideas" (pág.88) y recuerda seis máximas heredadas del siglo XIX: La evolución o el progreso indefinido, la competencia como modo de vida y la supervivencia del más fuerte, las humanidades como superestructura, la interpretación freudiana de la actividad humana y el positivismo experimental como única fuente de conocimiento.

Averguenza pensar cómo hace cincuenta años se mantenían ideas que hoy nadie osaría defender sin rubor. Schumacher apostilla con una cita de Etienne Gilsón que habla de "una mala metafísica y una ética deprimente" (pág.95). El autor concluye afirmando que "cualquier doctrina económica está construida sobre una apreciación de lo que es el hombre, su vida, significado y propósito" (págs.271-272).