El detective barcelonés Pepe Carbalho ha recibido el encargo de investigar la identidad de un cadaver sacado del mar; el rostro está totalmente desfigurado, pero en la piel de la espalda todavía se puede leer un tatuaje: "He nacido para revolucionar el infierno". Con este único dato el detective tiene que averiguar la identidad del fallecido y las causas de su muerte.
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Leo esta novela en la colección elaborada por el periódico El Mundo de Las mejores novelas en castellano del siglo XX; literariamente no se puede discutir. Comienza con una prosa elegante y poética, y continúa con un relato muy bien escrito. Manuel Vázquez Montalbán fue multipremiado y célebre por haber pertenecido al Partido Comunista, por su afición a la gastronomía y por haber creado el personaje literario del detective Carbalho; Tatuaje es la segunda novela de la serie sobre el investigador barcelonés.
Sus novelas tienen un inconveniente, y es que carecen de sentido moral o, al menos, de ese sentido moral que identificamos con los diez mandamientos de la Ley de Dios y que, en ocasiones, se ha centrado en el sexto y noveno mandamientos: No cometerás actos impuros y No consentiras pensamientos ni deseos impuros. Leer una novela de Carbalho no es cometer un acto impuro ni implica necesariamente pensamientos y deseos de esa naturaleza, pero supone transitar por ese paisaje, aceptar como costumbre mantener relaciones sexuales en cualquier momento y con quien se ponga a tiro; así son el detective y otros personajes de la novela, esa es la mentalidad predominante en la cultura que nos rodea.
La novia de Pepe Carbalho es una prostituta, Charo, y se mueve en ese ambiente. Pepe piensa que se casará con ella cuando sea viejo, muy viejo; ello nos conduce a la costumbre actual de retrasar el matrimonio aunque la pareja conviva como marido y mujer, es lo que se conoce como pareja de hecho que un día decidieron irse a vivir juntos; una figura que concede la máxima libertad a las partes para vivir como matrimonio y la posibilidad de cesar la convivencia cuando esta se vuelva fastidiosa o aparezca una candidatura mejor.
En la novela encontramos la figura de Teresa Marcé, una joven de la alta burguesía barcelonesa, casada y con un hijo, que regenta una boutique y no hace ascos a tener amantes ocasionales con los que quizá, después, conversa con su esposo. Vázquez Montalbán habla de "la nueva norma de ponerle una boutique a las malcasadas con angustia metafísica" (pág.129).
El tercer caso de estas características que encontramos en la novela es el de Don Ramón y Queta. Don Ramón es un hombre con buena posición económica, casado y con hijos, y Queta era la manicura de su esposa. Ramón se encaprichó con la joven, veinte años más joven que él, dejó su hogar para irse a vivir con ella y le puso una peluquería. Ahora Ramón ha envejecido, pero Queta todavía está en la flor de la edad y del deseo y se deja encandilar por una especie de gigoló. Don Ramón se lamenta ante Carbalho de que "él se la llevó de calle y ella ni siquiera pensó en todo lo que yo me había sacrificado por ella, en todo lo que yo había perdido". Ahora imagina lo que hubiera supuesto envejecer junto a su esposa: "Yo tengo ahora la edad adecuada para vivir tranquilo. Mi mujer, la de verdad, tiene una vejez armónica, rodeada de mis hijos y nietos. La nuestra es una edad delicada, necesitamos atenciones, detalles y yo me vuelvo más necesitado de detalles cada día" (pág.188).
En conclusión, la novela está bien escrita, pero obedece a la cultura predominante y ésta es, como se ha dicho, hipersexual. No es que Vázquez Montalbán sea el único autor que incorpora este fenómeno a sus novelas, al contrario, éste es predominante en la literatura contemporánea. Como escribió Cervantes respecto de la Tragicomedia de Calixto y Melibea: "Obra a mi entender divina, si no exaltase tanto lo humano", y san Josemaría Escrivá, cuando afirmaba que no vale la pena coger una rosa si esta ha crecido en medio de un estercolero.