Mi Ántonia» (1918) es una visión tan fidedigna como generosa de la América de los pioneros. Basada en recuerdos personales de la autora, es además una gran novela sobre la memoria y sus procesos, recreados y estilizados con la magistral técnica y sensibilidad de Willa Cather.
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Me parece que el hecho de te
Me parece que el hecho de te hayan dicho un montón de veces que esta novela es buenísima tiene el inconveniente de que emprendas su lectura esperando otra cosa. Creo que se puede decir, sin dudarlo y sin influencias, que la autora escribe de modo maravilloso y que sus descripciones tienen una riqueza que hacen la lectura maravillosa. Lo que pasa es que de una novela "muy buena" esperas acción, unos acontecimientos relevantes, una historia conmovedora o algo así. Y, como no lo he encontrado, me ha defraudado un pelín. Pero quiero dejar claro que es una historia que situa en un mundo totalmente desconocido e inimaginable. Cuenta tantos detalles de como se abrían camino aquellos pioneros llegados de Europa, que te quedas con el sentimiento de haber descubierto un mundo. De la historia de Jim y Antonia el lector espera algo más, pero no deja de ser emotiva. Si querría subrayar un aspecto que solo he observado al final: en toda esta historia hay unos personajes que prosperan de modo sorprendente, se hacen ricos e influyentes, pero no tienen hijos. Son protestantes y solitarios, empezando por el protagonista. Otros protagonistas, empezando por Antonia, se queda en el campo vive con lo que da la labranza y tiene 11 hijos maravillosos. Son católicos.
Hace unos años que leí esta
Hace unos años que leí esta novela de la que tengo gran recuerdo.
Una buena descripción (personas y paisajes) de interés histórico sobre la colonización del Medio Oeste de los EEUU, que hace que el lector se meta fácilmente en la escena.
Con su estilo sencillo y directo resulta muy atractiva su lectura.
Vidas para fuertes, para
Vidas para fuertes, para gente luchadora. De eso se trata esta novela que apenas tiene “forma alguna. Ni tampoco título” (p. 15)
Jim Burden narra sus recuerdos de infancia, juventud y adulto.
Su escrito tiene cinco libros y una breve introducción. Describe la vida dura de los primeros asentamientos de familias europeas en el Oeste medio de EEUU, sus dificultades, el afloramiento de sus mejores virtudes y sus ambiciones, sus añoranzas y sus vidas. Podría establecerse una cierta semejanza con la vida de la propia autora (que también llegó siendo joven desde Virginia a Nebraska).
Es un canto a la amistad sincera, a los primeros enamoramientos que perdurarían de por vida. Una positiva descripción de la dureza de la vida –sin aspavientos- de aquellas gentes valientes, primeros pobladores de Nebraska. En un marco protestante, hay visión trascendente de la vida. Destaca la generosidad y ayuda mutua, y la virtud de la esperanza.
Es un libro bien escrito, a pesar de algún pequeño fallo de traducción, refrescante y que vale la pena ser leído.
También lo considero buen instrumento para libroforum.
Novela de 1918. Ántonia es la
Novela de 1918. Ántonia es la hija de una familia de Bohemia (Praga) que viajan a Estados Unidos, a Nebraska, como pioneros de esas tierras a principio del siglo XX. Narra la historia de ella, la vida y costumbres de aquellos colonos. La autora desarrolla, con su estilo característico, sus propios recuerdos poniéndolos en boca de los protagonistas de la novela: los paisajes, las sensaciones y vivencias, amores y ambiciones en las que sobresale la personalidad apasionada, vital y arrolladora de la protagonista.
La historia del estado de Nebraska sustenta la narración de la novela de Willa Cather, Mi Ántonia, publicada por primera vez en 1918. Por época corresponde a la primara etapa de las publicaciones de esta autora y por temática se adentra en el mundo de los pioneros, de los primeros emigrantes europeos que ocupan el territorio de Nebraska arrancando a la tierra las primeras cosechas de maíz, avena y centeno. A través de la narración se atisban momentos de la historia anterior como el recuerdo de la aventura de los españoles que llegaron a estas tierras un siglo antes, que lucharon por establecer en ellas puntos estables de población que facilitasen el comercio y el desarrollo de la industria de las pieles, hechos que quedan simbolizados en el hallazgo de una espada con la inscripción de “Córdoba” grabada en su hoja.
Las referencias al momento histórico de comienzos del siglo XX en Nebraska son numerosas. No siempre van cargadas con el significado de progreso. A veces simbolizan fracaso. El ferrocarril, por ejemplo. Para los agricultores establecidos en los nuevos territorios significó progreso porque era el medio para poder distribuir el producto de sus cosechas así como el modo de acceder a los útiles y herramientas necesarios para el trabajo cotidiano. Sin embargo, en la historia de Willa Cather, Mi Ántonia, para la joven cuyo nombre da título a la novela, es sinónimo de fracaso personal: confía en un interventor de los ferrocarriles que le promete matrimonio, la deja embarazada y la abandona.
La historia de Ántonia es en realidad el relato de los recuerdos de Jim Burden, un huérfano de Virginia que llega a Nebraska en tren para vivir con sus tíos. Jim conoce a Ántonia como hija de una familia de checos recién llegados y establecidos en una granja cercana. La vida miserable de aquella familia culmina con el suicidio del padre, romántico y culto, quien no logra sobreponerse a las dificultades extremas. Ántonia es una niña, una joven fuerte y laboriosa, capaz de trabajar como un hombre y que contribuye a sacar la familia adelante en la granja y posteriormente como sirviente de una familia acaudalada en Lincoln, capital de Nebraska.
Jim, ayudado por sus tíos, estudia derecho y desde su aparente retiro, contempla la evolución de las jóvenes de las granjas y la vida de las jóvenes de la ciudad. Se decanta a favor de aquellas que son capaces de contribuir a la riqueza de sus familias muy numerosas y que aportan el dinero de sus servicios en las casas ricas para liberar a sus padres de las hipotecas con las que consiguieron las tierras para, posteriormente, casarse y ocuparse de sus propias granjas, añadiendo así al bagaje de sus conocimientos de labores agrícolas los de una vida culta y rica de las ciudades. Con todo ello, contribuyeron a la educación de las siguientes generaciones de jóvenes sanos, fuertes e interesados en adquirir cultura.
La narración, así pues, está construida en primera persona. Jim se interesa por la vida de las jóvenes que comienzan sirviendo en Lincoln en distintos hogares y negocios. Nos cuenta la vida de esas familias con sus virtudes y egoísmos y con sus grandes defectos y cómo influyeron en la vida de esas jóvenes. Aún proviniendo de ambientes similares en cuanto a pobreza, todas ellas consiguieron triunfos sociales en el sentido de que al final de sus vidas consiguieron establecerse económicamente independientes. Quizás la que más sufrió fue precisamente Ántonia.
La narración de los recuerdos de Jim termina con la visita que éste hace a su antigua amiga en la granja en que se ha establecido tras casarse con Cuzak, checo también, quien admitió a la hija de Ántonia como propia y con la que tuvo una muy numerosa familia. En realidad termina con la admiración que esa mujer entregada y sacrificada despertó siempre en Jim.
Por su parte, Jim Burden terminó sus estudios de derecho y consiguió un trabajo en los despachos de la compañía de trenes, en New York. Símbolo de triunfo aparente.
Pero volvamos al comienzo de la narración. El escritor de la novela nos cuenta que se encontró con Jim Burden en un viaje en tren, a través del estado de Iowa. Ambos se conocieron durante su infancia en las praderas de Nebraska y ambos han triunfado profesionalmente y viven en New York. Sin embargo, al escritor alter-ego de Willa Cather, no le gusta la mujer de Jim Burden:
“Es atractiva, vital, enérgica, pero a mí me parece fría e incapaz, por temperamento, de entusiasmarse. Los gustos apacibles de su marido la irritan, creo, y considera que vale la pena desempeñar el papel de mecenas de un grupo de jóvenes pintores y poetas de ideas avanzadas y talento mediocre. Tiene una fortuna propia y vive su propia vida. Por alguna razón, dese seguir siendo la señora de James Burden”. Pág. 14
Por el contrario, en los recuerdos de Jim Burden que posteriormente escribe y entrega a su amigo, late la admiración por una mujer que “se prestaba a actitudes humanas inmemoriales, que por instinto reconocemos como universales y verdaderas. No me había equivocado. Ya no era una preciosa muchacha, sino una mujer ajada, pero aún poseía ese algo que inflama la imaginación, aún podía hacer que a uno se le cortara la respiración con una mirada o un gesto, que, sin saber cómo, desvelaba el significado de las cosas vulgares.” Pág. 365
Además de lo citado en las anteriores reseñas, con las que estoy totalmente de acuerdo, creo que se debería reseñar una serie de aspectos positivos de esta obra en relación a las virtudes humanas de sus personajes: Sobresalen la honestidad, el desprendimiento de las cosas en beneficio de los demás aunque estas sean escasas y necesarias para vivir, la laboriosidad, la honradez, la amistad, el sentido del deber aunque este resulte arduo y un buen número más de ellas. Me gustaría señalar como, quizá, lo más importante el que siempre es posible el retorno a una vida honesta y a permanecer en ella aunque se haya cometido un gran error como le pasó a Ántonia. Ella es el paradigma de todas estas virtudes que quedan realzadas precisamente porque fue capaz de volver a empezar.
En esta novela se describen los paisajes y las personas, durante la colonización de oeste americano. Se destacan las duras condiciones de vida de esos pobladores y las relaciones personales. Es una novela muy grata de leer, y con la que se termina "con buen sabor de boca".
Esta novela ofrece una mirada profunda y esperanzada sobre la condición humana con un sentido cristiano ilusionante. La autora deja hablar y actuar a sus personajes, describe admirablemente paisajes, ambientes, costumbres, y no trata de edulcorar las situaciones ni cae en sentimentalismos, porque consigue mostrar de un modo veraz la belleza de unas vidas llenas de sentido.