Lejos del mundanal ruido

Con «Lejos del mundanal ruido» (1874), reeditada ahora después de mucho tiempo en una nueva traducción, Thomas Hardy alcanzó su primer gran éxito, y también la que quizá sea la más amable de sus obras maestras. El autor nos hace un formidable retrato de una heroína victoriana que sabe que "es dificil para una mujer definir sus sentimientos en un lenguaje creado principalmente por el hombre para expresar los suyos". De carácter "fuerte e independiente", esta heroína, joven propietaria de la mayor granja de su localidad, se encuentra sin duda está en situación de elegir entre los tres pretendientes que la rondan. Al elegir descubrirá en poco tiempo que ha renunciado "a la sencillez de la vida de soltera para convertirse en la humilde mitad de un indiferente todo matrimonial".

Ediciones

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2002 Alba
579
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Quizás sea esta la novela más perfecta del premio Nobel inglés Thomas Hardy (1840-1928), que se reedita con mimo y una excelente traducción.
La inclinación connatural de la literatura anglosajona a convertir los relatos en festivales perceptivos de matices y agudezas brilla en las peripecias de Bathsheba Everdene, una hermosa y joven propietaria rural que sufre la dificultad de "definir sus sentimientos en un lenguaje creado especialmente por el hombre para expresar los suyos".

Tiene Hardy un dominio prodigioso en sus acotaciones y glosas sobre el comportamiento de sus esmeradamente construidos personajes victorianos. Si en otras novelas de Hardy (ver servicios 42/99 y 74/99) la urdimbre del drama moral se resiente por cierta premiosidad, Lejos del mundanal ruido no tiene, apenas, desfallecimientos. El cuidado de Hardy en el dibujo de campos, graneros, rebaños y personas ("la joven apareció con su nuevo traje de montar, de color verde mirto, ceñido en la cintura como la cáscara ciñe su fruto") parece herencia de su dedicación a la arquitectura, que ejerció hasta los 32 años.

El lector que quiera saber qué es eso de acariciar a los personajes, encontrará en Hardy una paternidad literaria llena de amabilidad que le lleva a escribir cosas tan inteligentemente compasivas como que "las mujeres nunca se cansan de lamentar la inconstancia de los hombres en el amor, y sin embargo desprecian su constancia".

Esta novela monumental está asociada a una de las más bellas adaptaciones cinematográficas jamás realizadas. Gracias al modélico guión de Frederic Raphael y a la sabia batuta de John Schlesinger, Julie Christie bordó a Bathsheba Everdene, la mujer fuerte e independiente amada de distinta forma por un recio pastor (Alan Bates), un taciturno hacendado Boldwood (Peter Finch), un seductor sargento Troy (Terence Stamp) y varias generaciones de lectores y espectadores. Alberto Fijo. (Aceprensa)