Al volante de un santo

 

Al cabo de los años conviene remansar nuestros recuerdos y volver a la memoria de los dones recibidos de Dios, entre otros, los impactos divinos recibidos en la oración y los buenos ejemplos de los santos con los que hemos convivido. Asimismo, es importante también recordar algunas de nuestras meteduras de pata colosales, de estrepitosos y terribles errores que, con el tiempo, se relativizan, e incluso divierten las lecciones de la vida.

El libro que ahora deseamos comentar contiene fundamentalmente las memorias puestas por escrito del arquitecto madrileño Javier Cotelo (1932), quien no solo condujo el coche del Fundador del Opus Dei durante muchos años por la ciudad de Roma y por tantos países de Europa, a donde se dirigía el fundador para impulsar y dar calor a sus hijos que, entonces, estaban roturando el camino (62), sino que también trabajó en el estudio de arquitectos romano situado muy cerca de la sede central de gobierno del Opus Dei en Roma.

En efecto, Javier Cotelo, Jesús Álvarez Gazapo y pocos más se ocuparon de los planos y diseño de los edificios centrales del Opus Dei en la ciudad eterna, Villa Tevere, Villa Sachetti, Cabavianca, Castelgandolfo, Tor d’Aveia y, además, asesoraron a las diversas regiones del mundo en sus consultas y propuestas elaboradas desde la experiencia de Roma (59).

Así pues, en el conjunto de las tareas enunciadas, nuestro arquitecto, que había pedido la admisión en el Opus Dei con 19 años, Javier Cotelo, acabaría por vivir 23 años cerca de un santo, san Josemaría Escrivá de Balaguer Fundador del Opus Dei y, con quienes le sucedieron, también muy santos, el beato Álvaro del Portillo y Mons. Javier Echevarría.

Evidentemente, se mejora pero no se cambia, así que con la sencillez, discreción y humildad, que le ha caracterizado toda su vida, ha logrado plasmar en este libro de memorias unas pocas anécdotas chispeantes que nos hacen conocerle mejor a él y, por supuesto, al Fundador del Opus Dei.

Al comienzo de su narración, recuerda Javier Cotelo, cómo aprendió enseguida a distinguir entre el silencio de oficio, propio de quien conduce al Fundador del Opus Dei de aquí para allá, a fin de llevar a cabo las gestiones divinas de abrir el surco del Opus Dei en Roma, en la curia romana, entre las diversas instituciones de la Iglesia, como con personas de toda clase y condición. A la vez, su trabajo de arquitecto le llevaba a conocer la situación de las personas del Opus Dei del mundo entero, sus alegrías y sus dificultades y problemas (29). Inmediatamente entendió que debía grabar en su vida, su alma y su formación para trasmitirlo a la siguiente generación el amor a Dios, la finura de espíritu del fundador, el saber querer a cada alma y, aprender a realizar esta tarea uno a uno aunque se contasen por miles los fieles del Opus Dei y los amigos de san Josemaría (49).

José Carlos Martín de la Hoz

Javier Cotelo, Al volante de un santo. Mis años en coche junto a san Josemaría, ediciones Rialp, Madrid 2021, 192 pp.