Desde el momento en que se permitió el divorcio en España la sociedad ha resultado gravemente perjudicada. Antes no se permitía esa ruptura porque naturalmente el matrimonio es para siempre. Así ha sido durante siglos. Desde el momento en que se permite romper los vínculos esponsales se ha introducido un cáncer terrible en la sociedad.
Siempre habrá quien piense que es mejor que haya libertad y que cada uno haga lo que le parezca mejor, pero eso es el principio del caos del egoísmo. Me caso con el primero que encuentro y si no funciona me divorcio. Es la gran diferencia. Cuando un cristiano es consciente de que el matrimonio es indisoluble, aunque las leyes del país permitan otra cosa, procura poner todos los medios para que esa unión conyugal funcione lo mejor posible. Si hay dificultades se ponen los medios para solucionarlas.
Pero lo que realmente ocurre ahora es que existe una irresponsabilidad muy grave en una gran mayoría de matrimonios. No desechan la posibilidad de divorcio y, por lo tanto, no hay que dar demasiadas vueltas a la posibilidad del compromiso, pues este no existe.
El problema se agrava desde el momento en que se confunde amor con sentimientos. En este sentido escribe con mucha claridad Pep Borrell, en su libro “Bailar en la cocina”. Nos cuenta su experiencia: “¿Se puede luchar contra los sentimientos?, ¿hay que luchar contra los sentimientos? ¿siempre tenemos que luchar para rechazar lo que nos apetece? ¿vale la pena dar rienda suelta a los sentimientos? Es un tema apasionante, de mucha actualidad, la sociedad nos dice: siente, siente… no te cortes, y cuando dejes de sentir, a por otro, a por otra, esto va y viene, sentir, sentir… hoy el amor no dura” (p. 39).
Indudablemente esto es una barbaridad, un desastre para las personas y para la sociedad. Se destruye la posibilidad de la familia de siempre, la familia cristiana, donde hay educación y no caprichos. Con estos planteamientos se pierde la posibilidad de procreación, como se está viendo notablemente en el decrecimiento de la población.
Y el peligro está en confundir amor con sentimientos. Alguien dijo “Me puedo comprometer a querer, a amar, pero no me puedo comprometer a sentir”. “El sentimiento va y viene, el amor, que también es un sentimiento, razonable, lo podemos trabajar, lo debemos trabajar. El amor es querer el bien del otro, el amor es pensar en el otro, el enamoramiento, el sentimiento, es pensar en mí, cómo me siento yo, el amor es como te hago sentir a ti, y salir de uno mismo para amar” (p. 40).
Dejarse llevar por el sentimiento es egoísmo. Saber amar es saber darse a otro, estar en las cosas de otro, no en mis gustos y manías. Esto hoy se entiende poco porque el ambiente hedonista en el que nos movemos lleva a girar en torno al yo en lugar de vivir para el otro, marido o mujer. En definitiva es “querer querer”. Y es algo que hay que plantearse en cualquier relación de noviazgo pensando en el matrimonio. A ver si yo quiero…
“Sí, ya sé que la teoría es muy fácil pero el día a día es otra cosa. No he dicho que sea fácil, no lo es, de hecho, ninguna cosa que de verdad valga la pena en la vida es fácil, requiere esfuerzo, requiere dedicación, requiere sacrificio” (p. 40).
Ángel Cabrero Ugarte
Pep Borrell, Bailar en la cocina, Palabra 2023
Comentarios
En la película Bar Coyote,
En la película Bar Coyote, que se desarrolla en los Estados Unidos, la protagonista asiste a la boda de una amiga y, hablando del recién casado, le confía: "No está mal como primer marido". ¡Es bárbaro! ¿Has pensado lo que tendrán que sufrir ambos cuando quieran dejarse?
Recuerdo como la esposa de un amigo le abandonó por otro a los pocos años de estar casados, y el argumento que utilizó fue que "ya no sentía mariposas en el estómago cuando le veía". ¡Qué fantástico, qué responsabilidad! Supongo que al llegar al trabajo sentiría "mariposas en el estómago" diariamente. De lo contrario habría tenido que dejarlo.
Juan Ignacio Encabo Balbín