Con el corazón en ascuas

 

Hace muchos años que leí por primera vez el extraordinario trabajo del sacerdote holandés, Henri J. M. Nouwen (1932-1966), titulado “El regreso del Hijo pródigo”. Meditaciones sobre un cuadro de Rembrandt. Se trataba, sin duda, de una de las obras de espiritualidad más importante y de mayor número de ediciones del siglo XX.

Desde entonces y, a lo largo de estos años, he leído todas y cada una de las obras que ha ido publicando, como su diario en la abadía de Genesee, donde nos narraba su estancia en una abadía trapense en busca del sentido profundo de su vida. O en otra ocasión, nos ha narrado su profunda depresión y cómo, con la gracia de Dios y la ayuda de la medicina, se sobrepuso y aprendió a palos a ser humilde.

Pero nunca vibró de nuevo tan alto, como con su trabajo “Con el corazón en ascuas”. En esta ocasión, con las meditaciones sobre la vida eucarística, regresa a uno de los momentos más conmovedores de la Sagrada Escritura.

Es el propio autor quien, en el prólogo, nos revela que el libro fue escrito porque sí, como brota un manantial de la fuente, de su propia piedad eucarística, trasladando al papel “pensamientos y sentimientos sobre la eucaristía y la vida eucarística que bullían en mi mente y en mi corazón. Al ir dando a conocer tales pensamientos y sentimientos en charlas y conferencias, sentí el creciente deseo de plasmarlos por escrito para ofrecerlos a todos cuantos buscan una espiritualidad arraigada en la Eucaristía” (10).

En efecto se trata de la escena sucedida cuando Jesucristo resucitado se cruza en el camino de los dos discípulos que se alejaban de Jerusalén pensando que habían fracasado y que habían asistido al fracaso de Cristo con la muerte ignominiosa en la cruz. Precisamente, cuando Jesús les explica las Escrituras y les anuncia el verdadero Mesías y les devuelve la esperanza a sus vidas, de modo que uno de ellos exclamará, reconociendo su transformación, con entusiasmo: “Acaso no ardían nuestros corazones mientras nos explicaba las Escrituras” (Lc. 24,32).

Jesús aparenta seguir su camino, pero ellos le retienen y le obligan a quedarse a cenar con ellos. Cuando se sientan a la mesa, Jesús toma el pan y entonces tiene lugar algo muy especial. Jesús vuelve a renovar el sacrificio eucarístico con la “Fractio pannis”. Por tanto, es en la Eucaristía donde lo reconocen. Como dice la canción: “Lo reconocieron al partir el pan”.

 El hecho produce tal impacto, que no lo piensan despacio, ni rápido, pues regresan de inmediato a Jerusalén, parta compartir su alegría con los discípulos, los amigos, la familia, con el mundo entero. Pues ha rebrotado la esperanza y la seguridad.

Al terminar la lectura del libro es muy fácil colegir, como nos ha enseñado Nouwen que este libro refleja el orden de la celebración eucarística: acudir juntos con nuestros sufrimientos ante Dios, escuchar la Palabra, profesar nuestra fe, ofrecer el alimento, revivir el sacrificio de valor infinito, e ir a renovar la faz de la Tierra como Jesús les ordenó.

José Carlos Martín de la Hoz

Henri J.M. Nouwen, Con el corazón en ascuas. Meditaciones sobre la vida eucarística, ed. Sal Terrae, 8ª edición, Santander 1996, 103 pp.