Día del libro, el gozo de leer

 

Día del libro sin librerías. Sin el regalo casi obligado de una novedad editorial. Una tristeza para el lector, una tristeza más de la pandemia. Aunque habrá buenos lectores que en estos días tengan más huecos para la lectura.

Quizá es la ocasión para que alguien que lea estas líneas tenga la ocurrencia, ante la posibilidad de un rato libre, a lo largo del día, o al llegar la noche, de ponerse a leer un buen libro, en lugar de andar de vídeo en vídeo o de serie en serie. A los que nos gusta leer nos damos cuenta de que no es fácil convencer a los otros de que es fantástico, que no es comparable ni con una buena película.

“En el fondo, leer no significa otra cosa que crear un pequeño jardín en el interior de nuestra memoria. Todo libro hermoso contiene algún elemento, un bancal, un sendero, un banco donde reposar cuando estamos cansados. Año tras año, lectura tras lectura, el jardín se convierte en un parque, y en dicho parque puede ocurrir que nos encontremos con alguna otra persona. Puede ocurrir, como nos ocurrió a nosotras, que descubramos una amistad; puede ocurrir - ¿por qué no? - que encontremos el amor, o simplemente un poco de alivio en un día especialmente tedioso y oscuro. Leer no es un deber, un amargo cáliz que se ha de beber hasta las heces con la esperanza de a saber qué beneficios. Leer significa crear un pequeño tesoro propio, personal, de recuerdos y emociones, un tesoro que no será idéntico al de ningún otro y que, sin embargo, podremos poner en disponibilidad común con otros”.

Estas palabras de Susana Tamaro pueden hacer pensar a quienes les cuesta más. Aunque la pena será que quizá no leen esto por pura falta de costumbre o de interés. Pero hay que pensar que quien se aficiona a la buena literatura, una buena novela, una buena biografía, termina leyendo con facilidad muchas otras cosas, y es capaz de leer, fácilmente un libro de espiritualidad que le deja un poso en el alma, o lee un libro de lo que suelen llamarse de ensayo o de pensamiento, con tantas opciones de obras muy profundas, a veces larguísimas, otras veces estudios breves y sugestivos. Y estará más preparado para estudiar bien, tanto en la edad de la universidad o del colegio, como en cualquier época de la vida.

Santa Teresa decía: “Lee y conducirás, no leas y serás conducido”. Llegamos a tener un buen criterio cuando hemos leído de todo un poco, con cierto criterio, eso sí, para evitar basura. Estarás en condiciones de ayudar a otros en la medida en que tienes criterio.

Nos cuenta Antonio Basanta: “Quien no haya pasado tardes enteras delante de un libro, con las orejas ardiéndole y el pelo caído por la cara, leyendo y leyendo, olvidado del mundo y sin darse cuenta de que tenía hambre o se estaba quedando helado… Quien nunca haya leído en secreto a la luz de una linterna, bajo la manta, porque papá o mamá o alguna otra persona solícita le ha apagado la luz con el argumento bienintencionado de que tiene que dormir, porque mañana hay que levantarse tempranito… Quien nunca haya llorado abierta o disimuladamente lágrimas amargas, porque una historia maravillosa acaba y había que decir adiós a personajes con los que había corrido tantas aventuras, a los que querida y admiraba, por los que había temido y rezado, y sin cuya compañía la vida le parecería vacía y sin sentido. Quien no conozca todo esto por propia experiencia no podrá comprender probablemente lo que Bastián hizo entonces. (Michael Ende, la historia interminable)”.

¡Cuantos momentos maravillosos proporciona un buen libro!

Ángel Cabrero Ugarte

Susana Tamaro, Querida Mathilda, Seix-Barral 1998

Antonio Basanta, Leer la contra nada, Siruela 2017