Dinamismo para perseverar en la historia

 

El profesor Domínguez Munaiz afronta la última parte del interesante trabajo que estamos comentando con una enérgica llamada a la esperanza del creyente, La esperanza queda, pues, definida como el dinamismo para perseverar en la vida (y en la historia), pues la esperanza es verdaderamente el gusto por todo lo humano y tiene sabor de verdad plena (208).

Evidentemente, la vida no es simplemente un camino de éxito y parabienes, sino un conjunto, habitualmente equilibrado de esperanzas y desesperanzas, eso sí, siempre rodeados de ideologizaciones ridículas y de falsas teorías. En definitiva, se pide al cristiano madurez en el amar.

Es interesante recordar llegado este punto, las palabras de san Juan en el Apocalipsis: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva (...). Entonces dijo el que está sentado en el trono: mira que hago nuevas todas las cosas” (Apoc 21, 1-8). Esta verdaderamente es una llamada que solo Jesus puede obrar. Por eso, conviene resaltar lo que añade nuestro autor: “la esperanza no solo se espera sino que se construye” (211).

Para curarnos de la falsa esperanza de los bienes terrenales, afán de poder o de riquezas, se requiere indudablemente realizar la travesía por la oscuridad de los sentimientos y de los afectos que purifican e indudablemente “saborea el placer de ser humano nuevamente” (213j.

Es interesante, así mismo, la referencia a ese sector de la población, especialmente de la juventud que viven irremediablemente en un tiempo siempre presente, de ese modo se remarcan el placer y los objetivos a corto plazo, con sus perennes celebraciones de la nueva celebración que narcotizan las verdaderas esperanzas del trabajo, del esfuerzo, de las metas cada vez más altas.

Indudablemente la conclusión para nuestro autor está en que la verdadera vida, como la auténtica esperanza, no son solo beneficiarse de los frutos de Cristo, sino realmente poseer a Cristo completo y vivo: “la encarnación de Dios es nuestra esperanza” (222).

 Enseguida añadirá nuestro autor que una de las propiedades fundamentales de la esperanza es redescubrir la verdadera y enérgica libertad: “la esperanza concede continuidad y profundidad a la existencia y a la encarnación: no nos aparta de la realidad” (223).

Para culminar, nuestro autor nos recuerda el error de cálculo de algunos que se marcan metas mediocres, preconcebidas para la exaltación del ego y la falsedad de la meta cumplida, mientras que es propio de la persona “que camina humildemente con su Dios” (Miq 6,8) el “reconocer humildemente sus errores y fracasas, también es digno por ello, los talentos también pueden ser para la gloria de Dios” (234).

Un ejemplo final sería la relación que se establece entre médico y paciente que se basa en la confianza, verdaderamente cuando el paciente se abandona en las manos del médico y toma la medicación con esperanza de curación, realmente el mal está ya atajado (235).

José Carlos Martín de la Hoz

Alberto Domínguez Munaiz, Esperanza o el amanecer de la libertad, una conversación con Metz y Lynch sobre la crisis de identidad en Occidente, ediciones PPC, Madrid 2022, 270 pp.