Domingo, día del Señor

 

La palabra “domingo” viene de “Domínicus”, o sea, Señor en latín, y seguramente a cualquiera que le preguntáramos no tendría demasiado problema para decirnos que desde siempre ha sido un día para Dios, un día sagrado. Probablemente tenemos casi todos esa idea de fondo.

Otra cosa es cómo se vive realmente, y ahí nos encontramos mucha variedad. En España, hace 60 años, por poner una cifra, la mayoría de la gente iba a misa. Se cuenta que, en algunos pueblos, los hombres, durante la homilía, se salían de la iglesia a fumar un pitillo y volvían a entrar cuando el párroco terminaba su perorata. Era un planteamiento superficial, iban por cumplir y, muchos de ellos no entendían demasiado del por qué.

Pero en general la asistencia a misa era masiva y muy respetuosa. Había gente que se confesaba en aquel momento y había mucha gente que comulgaba. Esto hoy todavía ocurre en muchas parroquias. Hay iglesias que se llenan, con un buen ambiente de recogimiento, con gente que se confiesa en ese rato si hay sacerdotes disponibles, y muchas comuniones. Pero también sabemos de otras parroquias con menos ambiente y, sobre todo, sabemos de muchas personas cercanas, quizá amigos, quizá familiares, que no asisten a la misa de los domingos.

Hace 60 años la gente tenía menos cosas que hacer en un domingo y asistían a misa. Hoy resulta que el domingo se ha convertido en el día de viajar -desde el viernes hasta el domingo tarde- o el día para dormir más, porque se estuvo trasnochando, o el día para ir a comer a algún lugar exótico. Y se deja la misa como algo que “ya si eso…”. Nos da pena ver familias con poco ambiente cristiano que no valoran algo tan importante.

“El domingo ha de volver a ser el día del Señor, de la adoración y de la glorificación de Dios, del santo Sacrificio, de la oración, del descanso, del recogimiento, del alegre encontrarse en la intimidad de la familia” (Pio XII, Aloc. 7-IX-1947).

El domingo es día sagrado, día de familia, en el que se deben poner los medios para que todos, los hijos pequeños o los mayores, entiendan lo que significa. Esto es fácil si lo viven desde pequeños. Los niños salen endomingados, o sea vestidos de un modo distinto, con más elegancia, con más cuidado, porque van a misa. Se sale de casa con tranquilidad, todos juntos, como quien va a una visita importante, porque es eso y mucho más.

“El domingo tiene una importancia muy grande en la vida cristiana, sobre todo en estos tiempos en los que los hombres, por varias razones, viven distraídos de las cosas celestiales [...]. Por tanto, la santificación del día del domingo, o lo que es lo mismo, la celebración de la Pascua semanal hace que los dones celestiales entonces recibidos influyan con misteriosa fecundidad en la vida privada y pública” (Pablo VI, Carta al Cardenal Colombo, 4-VIII-1977).

La vida de piedad de los hijos y de los padres depende, en primer lugar, de cómo se vive algo tan grande como participar en el sacrificio eucarístico. La piedad familiar depende de cómo valoren los padres la posibilidad de comulgar y, entonces, los hijos, si son pequeños, palpan la devoción de los padres, y si son mayores valoran mucho poder comulgar. Esto es vida cristiana y, por lo tanto, algo que hay que cuidar cada semana, en invierno durante el curso y en las vacaciones. Si lo niños ven que en vacaciones no se organizan bien las cosas para ir a misa, pierden la devoción, y tarde o temprano la fe.

Preguntémonos por lo tanto: ¿es Dios lo primero y más importante en el domingo?

Ángel Cabrero Ugarte