Eckhart y la divulgación de la santidad



            En el transcurso de los siglos se ha planteado el
problema, de hasta donde se puede pedir santidad a los cristianos. Es decir si
todos están o no llamados a la vida mística. La respuesta del Catecismo de
la
Iglesia Católica
es
clara y resuelve una cuestión ampliamente debatida: todos están llamados a la
plenitud del amor y de la mística: "
El progreso espiritual tiende a la unión cada vez más íntima con
Cristo. Esta unión se llama ‘mística’, porque participa en el misterio de Cristo
mediante los sacramentos –‘los santos misterios’- y, en él, en el misterio de
la Santa Trinidad. Dios nos llama a todos a
esta unión íntima con él, aunque gracias especiales o signos extraordinarios de
esta vida mística sean concedidos solamente a algunos para así manifestar el
don gratuito hecho a todos
" (Catecismo de la Iglesia Católica, n.2014).


            Un
capítulo de esa historia es la vida del Maestro Eckhart
(1260-1328). En los años 1311-1312 el Concilio de Vienne
comienza una investigación acerca de la vida espiritual de miles de hombres y
mujeres, conocidos como beginas y begardos, que si
votos ni reglas están buscando la santidad en el corazón de
la Renania.
Paralelamente
otro movimiento, este
sí herético, los hermanos del Libre Espíritu, es condenado y perseguido en
1322, por oponerse a los Sacramentos y a la mediación de la Iglesia para la
santificación.


            Para
Eckhart y sus discípulos Cristo y la Iglesia son el
único camino para alcanzar
la santidad. Como dice
Alain de Libera: "Eckhart y sus discípulos sólo repiten la tesis tomista según la que, por
encima del modo común por el que Dios existe en todo por esencia, su potencia y
su presencia, existe un modo especial, propio de la criatura razonable, en
virtud del cual ‘Dios no sólo existe en ella como lo conocido en lo conociente
y el amado en el amante, sisino que ‘habita en ella
como en su templo’
"(p.23).


            Eckhart predicó al pueblo sencillo y lo lanzó a la búsqueda
de la vida de unión con Dios sin rechazar ninguna de las prácticas espirituales
comunes, vida sacramental, etc. Predicaba abiertamente la radicalidad de la
humildad y del desprendimiento interior. El fruto de la nada, es la santidad.


            En
un momento difícil, donde por parte de la Jerarquía eclesiástica se pedía
moderación en la predicación al pueblo para no exponer doctrinas sutiles y
prácticas más adecuadas para personas ya formadas intelectualmente, se puede
entender el proceso y absolución de Eckhart que
sometió sus escritos a
la Iglesia. Pero
también que esa intensidad mística del Maestro pasara a sus discípulos y
quedara sintetizado en el Kempis, manual durante
siglos para la vida espiritual de los cristianos.


 


José
Carlos Martín de la Hoz


 


Libera, Alain de
(1999) Eckhart, Suso, Tauler y la divinización del hombre, Barcelona La Aventura interior


 


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