El tesoro de la amistad

 

He vuelto a releer, después de unos años, un libro del que tenía muy buenos recuerdos y que me parece muy adecuado para tratarlo en una tertulia literaria. Se titula “La nieta del señor Linh”; Philippe Claudel es el autor y tiene poco más de cien páginas, pero un fondo de gran interés y la calidad propia de este autor.

El señor Linh es un inmigrante que llega a Europa huyendo de su país, en Asia, sumido en guerras en las que ha perecido toda su familia, excepto su nieta de meses, a la que trae en brazos con todo cariño, y a la que canta de vez en cuando una canción típica de su tribu: “La mañana siempre vuelve, siempre vuelve con su luz, siempre hay un nuevo día y un día serás madre tú”. Es su única esperanza, lo que le mueve a emigrar y a soñar.

Pero el panorama que se le presenta es terrible. Encontrarse en un país totalmente desconocido, con un ambiente urbano en claro contraste con su pequeña aldea, los coches, el ruido y sobre todo el idioma. No entiende nada. Solo le alivia que en el lugar donde le acogen hay una señora que conoce su idioma y le traduce las indicaciones que le transmiten.

En ese ambiente de soledad y desconcierto en un mundo desconocido aparece un personaje que le va a salvar su existencia. Paseando por un parque cercano a su lugar de acogida se sienta en un banco. Tiene frio, aunque va con abrigado con varias capas de ropa. Y de pronto, advierte que se sienta un desconocido a su lado, un hombre robusto, que empieza a hablar con él. Se presentan: es el señor Bark. Pero solo los gestos les pueden servir de algo, porque tienen idiomas bien distintos.

Lo sorprendente es que solo con gestos, con una sonrisa, con atenciones, llegan a tener algo que podríamos definir como amistad, aun cuando pensemos que toda amistad se conforma después de mucho hablar. El entendimiento entre estos dos personajes tan distintos, en procedencia, en edad, en idioma, llega con gran rapidez a través de una sonrisa, de un saludo de presentación, de pequeñas atenciones.

El encuentro se repite. El señor Bark le cuenta al señor Linh que se ha quedado viudo hace muy poco y está desolado. El señor Linh le escucha sin comprender, pero con cariño. Se establece entre ellos un entendimiento que les une y que se afianza en los siguientes días. Con detalles divertidos, el autor nos cuenta las conversaciones ininteligibles entre ellos, que pueden parecer absurdas, pero que les unen.

Y al lector le resulta fácil hacer una reflexión sobre lo poco que hace falta para que surja una amistad simpática, atrayente, que resuelve la soledad de uno y de otro. Y surge una reflexión, seguramente, de cualquier lector atento, sobre el valor de la amistad. Amistad que supone pensar en el otro, acercarte a quien está más o menos cerca, más o menos necesitado. A quien se cruza por tu camino.

Amistad que es un tesoro. Para todos aquellos que tienen auténticos amigos no queda ninguna duda que es uno de los tesoros más apreciados. Y quizá surge, de cuando en cuando, en aquellas personas que tienen amigos, la preocupación al descubrir a los solitarios. ¿Cómo puede haber gente que no tenga a mano ese tesoro? ¿Cómo es posible la existencia del hombre solitario?

Hay libros que enseñan, que sirven, que dan cierta luz sobre lo esencial.

Ángel Cabrero Ugarte