Se habla mucho de este problema, de esta situación que, a simple vista, da pena. Que haya regiones que se van quedando sin población, pueblos que mueren por escasez de habitantes. En la última novela de Jesús Carrasco, aunque directamente no se trata de esto, indirectamente está muy presente. La distancia generacional, realidad tan frecuente desde hace ya bastantes años, el hecho de que los hijos casi nunca se quedan en el pueblo, sobre todo si han tenido unos estudios superiores.

En “Llévame a casa”, la historia es bastante normal. Matrimonio con dos hijos. La hija tiene carrera universitaria y un gran éxito en sus investigaciones. Vive en Barcelona, se ha casado allí y tienen dos hijos. El hijo, con estudios de jardinería, termina en Edimburgo, con un trabajo de medio pelo. Pero ni se le ocurre volver a su pueblo. La hija está, dentro de sus posibilidades, pendiente de sus padres. El chico pasa totalmente.

Con la destreza con que el autor describe las situaciones, se ven dos modos de vida. Los padres están acostumbrados a no tener casi nada. Un trabajo por los pelos, una casa y el pueblo, que tiene un bar… y nada más. Para cualquiera que ha vivido en una ciudad, volver al pueblo es poco probable. En la ciudad, sobre todo si es un poco importante, hay museos, salas de conciertos, cines, universidades para los hijos, restaurantes variados y bares para elegir. Parques extensos por los que pasear. Gimnasios muy completos y piscinas cubiertas. Hay mucha gente, entre los cuales es fácil, tarde o temprano, hacer amigos.

En el pueblo no hay nada de eso. Pueden sobrevivir, en todo caso, aquellos que están cerca de las ciudades importantes. Se convierten en ciudades dormitorio, pero tienen muy a mano las diversas opciones de entretenimiento de las ciudades. Un pueblo lejano de las capitales tiene muy pocas posibilidades de subsistir. La situación era muy parecida hace 40 años, pero el habitante del pueblo no era tan consciente de la diferencia. Ahora lo ven todo por la televisión y les gustaría vivir de otro modo.

Para algunos parece que toda la problemática es que, tarde o temprano, pueda llegar la conexión wifi a todos los pueblos. Es indudable que eso supondría un cierto cambio. Habría más gente que podría trabajar en esos lugares. Pero el problema principal no es tanto la posibilidad de trabajo si no como se vive. Siempre puede haber gente a quienes lo que más les llena es la naturaleza, pero aun así habrá que considerar qué tipo de naturaleza hay en torno a ese pueblo. 

Es una problemática recurrente en algunos programas de las televisiones. Hay una preocupación. Un miedo a que ciertas joyas antiguas presentes en esos pueblecitos terminen muriendo. Ya hay muchas iglesias estupendas que están en ruinas. Pero la realidad es que hay pocas soluciones.

¿Que ponen una empresa que ocupa a treinta trabajadores? Ya es un buen número, pero unos vendrán de un pueblo y otros de otro más lejano… Y en ese pueblo hay un joven que se dedica al ganado, con medios más modernos y estudios sobre rentabilidad. Vale. Y ¿con quién se casa? No hace falta que se case… Bueno, entonces no hay descendencia y la problemática sigue siendo la misma.

Hay un empeño por proponer medios diversos, pero me parece que no hay una solución.

Ángel Cabrero Ugarte

Jesús Carrasco. Llévame a casa. Seix Barral 2021.

Comentarios

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Siempre he dicho que los malos estudiantes son la gran solución para los pueblos. De ellos salen los taxistas, albañiles, los agricultores, pastores, empleados de gasolinera y cualquier otra profesión que se desempeñe en una pequeña localidad. Habría que facilitarles la vida y ayudarles para que no paguen tantos impuestos y cotizaciones a la Seguridad Social.

Juan