Iglesia y Estado ante la familia

En las últimas semanas Benedicto XVI ha hablado

del matrimonio y la familia, sin adjetivos, porque sólo puede haber una; lo

demás son imitaciones que deben desecharse a favor de la auténtica, como

hacemos con cualquier realidad en el mercado. El Papa viene recordando que «la

familia natural, comunión íntima de vida y de amor, fundada sobre el matrimonio

entre un hombre y una mujer, constituye el lugar primario de humanización de la

persona y la sociedad.

 

Desgraciadamente –añadía- vemos a diario qué

insistentes y amenazadores son los ataques e incomprensiones contra esta

importantísima institución humana y social». En España, además tenemos motivos

para entender esta insistencia suya y el detalle para explicar qué es una

familia y un matrimonio, pues llevamos tiempo sumergidos

en la ceremonia de la confusión creada por el Gobierno de Rodríguez Zapatero y

los medios que le sostienen. En el fondo de este debate global están los

derechos humanos, cosa en que todos estamos de acuerdo, pero sólo

aparentemente, como lo demuestra el hecho de que no llegan a un acuerdo sobre

el derecho a la vida de los embriones humanos.

 

Pero además, está en el vórtice del huracán la

misma ley natural que para algunos está pasada de moda y cifran sus pequeñas

esperanzas en el consenso de una democracia simplemente procedimental: basta

que se cumpla la débil mayoría por un puñado de votos, incluso de tránsfugas,

para que salga una ley, y la sociedad la acepte como moralmente buena: si es

legal es moral, si se puede hacer se hace. La manipulación y destrucción de

embriones es una muestra de ello.

 

La realidad es que en esas materias tan

importantes el actual Gobierno socialista lleva cuatro años introduciendo leyes

lesivas para la el matrimonio y la familia, la vida y la educación. Los

resultados están a la vista cuando vemos que se deshacen más matrimonios que

nunca amparados en el llamado divorcio exprés, una bandera del Gobierno; cuando

vemos que crece el número de abortos, cien mil en el último año, burlando la ley

que lo considera un delito contra la vida, aunque ya se oyen voces para una ley

de plazos que convertiría el delito en derecho de la mujer; o cuando padecemos

la asignatura obligatoria de Educación para la ciudadanía, conocida como

educación en el espíritu laicista para borrar en los jóvenes cualquier atisbo

de trascendencia.

 

Una asignatura que viene a desarrollar aspectos

de la nueva Ley de Educación (LOE) impuesta a la comunidad educativa, de

espaldas a los padres, y sin lograr un consenso social suficiente con la

sociedad y las fuerzas políticas. No es fácil ver cómo cuadra este tsunami

legislativo con nuestra Constitución cuando dice que los poderes públicos

garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la

formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones

(Art. 27, 3). Algo que acaba de ser ratificado en el Tratado de Lisboa casi con

las mismas palabras y que obliga a los países de la Comunidad Europea.

 

Por cierto, que se ha firmado en un monumento de

primera categoría de la capital lusa: el Monasterio de San Jerónimo, una

muestra del esplendor del arte cristiano que vitaliza la cultura de Europa. Mal

que les pese, todo esto choca con la Constitución cuando establece ciertamente

y para bien que ninguna confesión tendrá carácter estatal ( de ahí la
class=SpellE>aconfesionalidad
), pero también que los poderes públicos

tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán

las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia católica y las demás

confesiones (Art. 16, 3) ¿Alguien ha visto algo de esto durante cuatro años y

especialmente desde la Jornada festiva de la familia el pasado 30 de diciembre?

 

Jesús Ortiz López

 

 

Para leer

más:

 

Herrero, M.; Naval, C. (2006)
style='mso-bidi-font-style:normal'>
href="http://www.clubdellector.com/cajaazul.php?tema=2007&titulo=Lo%20más%20interesante%20del%202007">Educación

y ciudadanía en una sociedad democrática, Madrid, Encuentro.