Tertuliano

en su tratado El apologético

redactado en el 197 se dirigió a los magistrados y gobernadores romanos

de provincias para reclamar la libertad de culto para los cristianos

severamente perseguidos, mediante argumentos que, con el paso de los siglos

siguen teniendo frescura y actualidad. Veamos algunos textos. Comienza

quejándose amargamente de loa agravios que sufrían los cristianos

de su época: "He

aquí el primer agravio que ante vosotros formulamos: la injusticia del

odio contra el nombre cristiano. El título que parece excusar

tamaña iniquidad es precisamente el que la agrava y la prueba, a saber,

la ignorancia"
(cap.I).

            Seguidamente,

recoge el argumento: "Se vocifera

que la sociedad está sitiada por cristianos en el campo, en los poblados

fortificados, en las islas; duélense como de una pérdida de que

personas de todo sexo, edad, condición y dignidad pasen al nombre

cristiano. Mas con todo, no levantan el ánimo a pensar que hay por

dentro algún bien latente, no pueden sospechar en algo más recto,

no quieren cerciorarse desde más cerca. ¡Sólo aquí

se muestra perezosa la humana curiosidad! Aman el ignorar, así como

otros se alegran de conocer"
(cap.I).

            Recoge

las acusaciones habituales que circulaban entre el vulgo: de estupro, infanticidio,

incesto y demás patrañas, para llegar a la acusación

central: "No honráis a los

dioses, nos decís, y no ofrecéis sacrificios por los

emperadores".
A lo que responde con firmeza: "Síguese únicamente que nosotros no sacrificamos

por otros, por la misma razón que nos impide sacrificar por nosotros

mismos, y que no adoramos a los dioses ni una sola vez. Por eso se nos persigue

como a culpables de sacrilegio y de lesa majestad. He ahí el punto

capital de nuestra causa, o más bien, esa es toda nuestra causa

(…). Dejamos de honrar a vuestros dioses desde el momento que reconocemos

no ser tales" (
cap. X).

            Seguidamente

se detiene en la contemplación de Dios, de su bondad, belleza, verdad,

grandeza para terminar: "Eso es lo

que permite comprender a Dios: la imposibilidad de comprenderle. Por donde la

potencia de su magnitud le revela y le oculta a la vez

a los hombres. Y en esto se resume toda su culpa: en no querer reconocer a

Aquél a quien no pueden ignorar".
A continuación,

expresa la potencia del hombre para amar a Dios y lo muestra en las vidas de

los cristianos para concluir: "¡
style='mso-bidi-font-weight:normal'>Oh
testimonio del alma naturalmente cristiana!"(
class=GramE>cap
. XVII).


style='mso-ansi-language:ES'>           

style='mso-ansi-language:ES'>Finalmente, dirige sus ojos al tesoro de la

Revelación de Dios en Cristo, contenido en la Escritura y en la

Tradición entregada a la Iglesia: "Mas

para que lleguemos a un conocimiento más pleno y profundo de sus

mandamientos y voluntades nos ha dado además el documento de sus Libros

santos, en los que puede el hombre buscar a Dios y, después de haberle

buscado, hallarle; y, tras de hallado, creer en El; y, habiendo ya

creído, servirle. Para ello envió al mundo desde un principio

varones dignos, por su justicia y su inocencia, de conocer a Dios y de darle a

conocer; varones inundados por el divino Espíritu para anunciar que no

existe sino un solo Dios, el que todo lo creó, el que formó al

hombre del barro"
(cap.XVIII).

José Carlos Martín de la Hoz

 

Para leer más:

 

Vian, Giovanni Maria (2006)
style='mso-bidi-font-style:normal'>
href="http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=5511">La Biblioteca

de Dios. Historia de los textos cristianos, Madrid, Cristiandad

 


style='mso-bidi-font-style:normal'>
href="http://loquestapasando.blogspot.com">Deja aquí tus comentarios"