La cuesta de enero

 

Decía el 6 de noviembre del año pasado el papa Francisco a los delegados de causas de los Santos, Postuladores y miembros del Dicasterio de las Causas de los Santos que la santidad empieza por el hogar.

Tradicionalmente, en nuestro país, desde hace muchos siglos, después de las intensas y felices fiestas de navidades llega inexorable el día de reyes, los juguetes que tanta ilusión hace a mayores y a pequeños, para inmediatamente volver abruptamente a la vida ordinaria.

Precisamente, la rápida desaparición de los adornos de Navidad en las calles y comercios, e incluso en nuestra propia casa y oficina hace que el cambio sea verdaderamente fuerte y contundente de modo que igual que existe el síndrome post vacacional existe el síndrome post navideño.

Todo ese cambio se nos hace cuesta arriba, aunque sea solo por el despertador que implica volver a los madrugones y a un día normal y corriente lleno de rutinas, sin salidas, sin comidas especiales o planes distintos.

Precisamente, cuando la cuenta corriente indica que hemos gastado más de lo presupuestado y que efectivamente todavía quedan tres semanas más de mes y por tanto todo se hace más costoso, se suele denominar a estos días “la cuesta de enero” y de febrero pues todavía la cuesta se suele alargar un poco más.

Lo malo es que la cuesta de enero como los trajines de navidades suelen cargar sobre las madres de familia que, agotadas y exhaustas después de preparar comidas y cenas y meriendas, de hacer compras para las celebraciones, de cocinar extra para los grandes eventos, comprar reyes para unos y otros hasta, han de enfrentarse a la nueva situación de la cuesta de enero.

Precisamente, la madre, sin tiempo de recuperarse, debe asumir con la mejor de sus sonrisas y el máximo espíritu deportivo del liderazgo del hogar para remontar la cuesta de enero y esprintar dando todo para lograr el cambio de ritmo en la casa.

Efectivamente, la llegada del invierno y las nevadas y el frio solo implican que cuando los niños llegan a casa van dejando un reguero de objetos por el pasillo: gorro, guantes, bufanda, abrigo, mochila, hasta que llegan a darle un beso a su madre quien les conmina a batirse en retirada y recoger la riada de cosas fuera de su sitio para ponerlas todas juntas en su lugar correspondiente.

La ventaja de evitar los “lugares intermedios” que diría don José María Hernández Garnica, un sacerdote e ingeniero de minas actualmente en proceso de beatificación y uno de los primeros que siguieron a san Josemaría Escrivá de Balaguer en el camino del Opus Dei, es que la heroicidad en la santidad se concreta de una manera práctica, laical y secular y sobre todo familiar.

José Carlos Martín de la Hoz

Comentarios

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Me ha encantado tu comentario y me parece de toda justicia. Gracias.