La leyenda de un viejo reloj



El mes de
noviembre invita a mirar desde más arriba para lograr una mejor perspectiva
sobre nuestra vida y el aprovechamiento del tiempo Cara a la eternidad. Puede ser útil
recordar la mucha sabiduría recogida en un proverbio latino que destacan por su
concisión y claridad.




«Transeunt et imputantur».
Esta inscripción aparece en algunos relojes antiguos, advirtiendo que las horas
vuelan una detrás de otra y dejan huella en nosotros, por acciones emprendidas
o por omisiones culpables. Son las horas fugitivas. Conviene tomar nota de esta
sentencia para no convertirse en un consumado artista de la inactividad. La juventud
tiene mucho de soñadora, tejiendo la novela del porvenir, construyendo mundos
idílicos de justicia y libertad..., pero se resisten los libros, caen las
notas, el horario se desbarata hasta llegar a descansar durante el día y
"trabajar" por las noches. Y es que hace falta más fuerza de voluntad
para el trabajo cotidiano que para las novelas esbozadas por la fantasía.




Por sorprendente que parezca, el tiempo no se cuenta sino que se pesa; los
relojes nos engañan pues cuentan el tiempo presente muy cercano a nosotros y
los hacen olvidar que el tiempo pasado nunca vuelve. "Mi señor pierde cada
mañana media hora, y después no la encuentra en todo el día", dijo
agudamente un mayordomo del señor que tardaba ese tiempo en desperezarse cada
mañana. Dios no cuenta los años sino que los pone en una balanza, porque el
crecimiento verdaderamente importante no es el cuantitativo, en horas y en
peso, sino el cualitativo, en virtudes y especialmente en amor.




Todos agradecemos los avances de la medicina que consiguen prolongar nuestra
vida y desarrollarla con mayor calidad; sin embargo cada año varios millones de
personas son apartadas del tiempo antes de nacer, por el crimen infame del
aborto, mientras que otros se apresuran a dejar esta vida inducidos por los
manipuladores de la
eutanasia. Quienes propagan ambos crímenes contra la humanidad
parecen ignorar el secreto de la vida: no reside en los años vividos, mejor o
peor, sino en tener las manos llenas, porque Dios no cuenta los años sino que
pone nuestra vida en la
balanza. Así dice el Señor: "Venid, benditos de mi
Padre, tomad posesión del Reino preparado para vosotros desde la creación del
mundo, porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de
beber; era peregrino y me acogisteis; estaba desnudo y me vestisteis; enfermo y
me visitasteis; en la cárcel y vinisteis a verme" (Mt
25,34-36).



Jesús Ortiz


Doctor en Pedagogía




Para leer más:



Carlos Javier Morales, "Años de prórroga", Biblioteca Nueva 2005


http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=3536


Miguel Ángel Martí, "El tiempo. Su paso por la existencia humana",
Eunsa 2006


http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=4412


José Orlandis, "Los signos de los tiempos",
Rialp 2006


http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=4531