La sociedad del desconocimiento

 

El papa Benedicto XVI se planteaba clara y abiertamente una cuestión clave al comienzo de su primera y programática Enciclica, Deus Caritas est: ¿Cómo puedo amar a un Dios a quien no veo? Evidentemente, la respuesta no se hace esperar y es el propio pontífice quien la responde haciéndonos caer en la cuenta de que Dios está ahí; en la belleza de la creación, en la bondad de las criaturas, en la eucaristía y en la misa, en la vida de la liturgia de la Iglesia, en los hechos de los santos, en el amor de los cristianos, en la sonrisa de un niño, en el amor de los enfermos.

Me venía a la cabeza esa maravillosa realidad expresada por el papa emérito, al leer el último trabajo sobre la comunicación de la fe en la sociedad europea y americana del siglo XXI, lo que se llamaba antiguamente la cultura occidental que por la globalización actual sería la cultura casi total del mundo de hoy, ¿Cómo se puede comunicar la fe católica a la sociedad del desconocimiento? ¿Cómo superar la gestión de la ignorancia? (35).

Evidentemente, el profesor José Francisco Serrano Oceja, profesor de comunicación en la Universidad San Pablo-CEU de Madrid, que trabaja en muchos medios de comunicación y es crítico de temas de actualidad y uno de los pensadores católicos de mayor calado, nos ofrece en esta obra un análisis, un diagnóstico y también aporta la solución. Hacemos notar especialmente la gran aportación de obras recientes citadas y criticadas por el autor, como prueba de que el análisis está muy extensamente fundamentado (49-76)

En efecto, aunque la ignorancia sea muy grande, aunque las exigencias para la comunicación se hayan hecho aparentemente insalvables, siempre es posible comunicar la fe porque Cristo siempre será creíble y siempre producirá un tremendo impacto en los hombres y mujeres de cualquier cultura y generación: “Él es Camino, Verdad y Vida” (101). Y esto se comprueba lo largo de la historia y también nuestro tiempo y nuestra sociedad, de continuo (88). A la vez, sigue siendo capital, como en otras épocas de la historia que la fe cristiana, sin miedos, se haga vida, cultura, es decir, que sepamos trasmitir los valores que han fundamentado la civilización occidental que han informado verdaderamente el sentido común (44-45).

El problema, por tanto, está tanto en empeñarse en comunicar mejor, en aprender a comunicar, en revisar nuestra oratoria, en comprobar nuestra coherencia de fe y de vida, así como en seguir proponiendo sin miedo, con audacia y oportunidad la verdad que hemos recibido. Precisamente la oratoria clásica, con las lecturas de los clásicos, puede ayudar al hombre de hoy a regresar y reaprender las raíces de la cultura griega, latina y cristiana donde la dignidad de la persona es lo capital (50-51, 60). El mensaje del libro que estamos comentando es nítido y no deja lugar a dudas: “una Iglesia que no comunica, no es Iglesia” (87). La cuestión es que Iglesia somos todos y cada uno de los cristianos.

José Carlos Martin de la Hoz

José Francisco Serrano Oceja, La sociedad del desconocimiento. Comunicación posmoderna y transformación cultural, ediciones Encuentro, Madrid 2019, 143 pp.

Comentarios

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Ya en la Introducción el profesor Serrano Oceja considera que el símbolo de la sociedad actual es el tríptico compuesto por la sociedad de consumo, la democracia de masas y los medios de comunicación de masas. A este respecto menciona a la revista Time cuando decía que «nunca hemos corrido tan deprisa hacia ninguna parte». Y añade que vivimos en una hipertrofia de medio y una atrofia de fines. Su propósito es profundizar en la relación entre las humanidades y la comunicación, lo cual supone repensar la antropología filosófica que subyace en nuestra cultura actual.

 

Serrano piensa que falta liderazgo y creatividad en la comunicación eclesial, y que no es suficiente con que otros reconozcan y aun admiren la misión asistencial de la Iglesia sino que es preciso ganarse la ejemplaridad imitable. El Papa Francisco es el ejemplo patente de este liderazgo mediático por sus gestos sinceros,  su impulso hacia las periferias, y su capacidad para cambiar la agenda de lo previsible, que generan un pensamiento fresco acorde con el Evangelio.